Pressure on people, people on streets.
Under Pressure - QueenValió la pena la espera. Perdió valiosas horas de su vida deambulando por los pasillos de aquel fétido edificio, pero al final obtuvo un resultado.
Christian no estaba nada contento. A pesar de ello, aprovechó la oportunidad de familiarizarse con la zona. Era parte de su naturaleza reconocer el terreno.
No trabajaba con Trevor por nada. Había aprendido bien a cuidarse las espaldas, a no confiar en nada y a tener siempre un plan de escape. Nunca abandonaba un recinto sin fijarse bien que nadie lo siguiera. Siempre estaba alerta, esperando lo inesperado.
Trevor lo llamaba paranoia. Pero Chris sabía bien que era una necesidad tener ojos en la espalda, para todo el que tuviera relación con el cabrón de su jefe.
Al darle una segunda vuelta al edificio donde fue a parar, Chris descubrió que albergaba más inquilinos de los que le cabían. De tanto fisgonear, pronto se dio cuenta que tres familias habitaban el espacio para una sola.
Todo el inmueble apestaba a humedad y por las esquinas de los pasillos a orina. La presencia de niños no acababa de sorprenderle a Chris, quien fumó un par de cigarros en el descanso de una escalera, contemplando el ir y venir de los inquilinos.
Tras puertas cerradas, podía oír las voces de los niños, de sus padres gritándoles toda clase de palabrotas, los negocios de los distribuidores de drogas, lo que fueron a hacer un par de putas que pasaron frente a él hacia un rato.
Una pareja de ancianos, quienes apenas se arrastraban por escalones eternos hacia sus departamentos, pasaron cargando una bolsa de tela cada uno. Regresaban de lavar la ropa, de quien sabe dónde. Tras ellos una pareja pasó casi atropellándolos. Se fueron a meter tras una de esas puertas, a coger seguro.
A Chris la espera empezaba a desesperarlo. La paciencia era una virtud que intentaba cultivar, pero su jardín estaba lleno de piedras y espinas. Trevor se lo dijo una vez, que paso a paso se llega lejos o algo por el estilo. Claro que, en teoría, tener paciencia resultaba beneficioso, pero en la realidad Chris ardía de deseos por terminar lo empezado.
Ansioso, aplastó una colilla de cigarro con un buen pisotón, se acomodó la chaqueta, tronó los huesos de su cuello y acomodó el cabello rojo y estilizado a conciencia. Nunca salía de casa sin haberse mirado en el espejo lo suficiente como para saberse bien arreglado.
Chris avanzó hacia la puerta a la que hacía guardia, esperando que su víctima apareciera. Ya podía sentir la adrenalina derramándose dentro de sus venas. Era esa sensación deliciosa la que lo mantenía en el negocio. Tan solo la semana pasada tuvo la oportunidad de darse un gusto de aquellos.
Un sujeto bajito, de apariencia enclenque, de esos que no matan una mosca, oculta un gran secreto. Es adicto a cierto material que Trevor distribuye. Y sí, es peor de lo que suena.
Verás, la cosa es así. Trevor es un cabrón que no conoce límites a la hora de hacer dinero. Claro que es muy generoso también. Te deja probar un poco del material explícito que distribuye de buena fe. Te deja saborear la miel, la unta sobre tus labios para que te embriagues del sabor. Una vez la pruebas, se te vuelve una necesidad. Quieres más, no importa el precio a pagar.
¿Y si te quieres echar para atrás? Imposible. Estás atrapado en la red más oscura. Trevor conoce tu nombre, tu cara y sabe de lo que te vas a morir, porque será él quien se encargue de despacharte en caso que se te ocurra hablar de más.
¿No puedes pagar las absurdas cantidades que te pide Trevor por el acceso a una sala donde la sangre corre como un río en época de lluvia? No hay problema, para eso la gente de Trevor te recordará gentilmente que si no pagas las consecuencias llegarán a buscarte a tu casa, a tu negocio, a ti y a tu familia. Y no será nada lindo.
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Rapsodia entre el cielo y el infierno
General FictionLlegamos al mundo sin pedirlo. No elegimos nuestro destino, porque viene escrito por manos ajenas. Mientras Dominick sobrevive al infierno, ayudado por su viejo violin, Chris convive con sus demonios, incapaz de exorcizarlos. La vida es como una r...