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El viaje de regreso a la ciudad donde vivió su vida entera transcurrió en un incómodo silencio. Hasta ese momento no notó que solo salió de la ciudad las veces que Chris lo llevó en su auto. Toda su existencia ocurrió entre esas calles abarrotadas, edificios bulliciosos, tráfico y ruido. El silencio era algo a lo que no estaba acostumbrado. Las carreteras amplias, las colinas, los campos, los animales pastando, vacas, caballos, granjas. Nunca las había visto con sus propios ojos. Cuánto más habría por mirar, por experimentar, por tocar, por sentir allá afuera del cristal de la ventana del auto.

Durante el viaje quiso hacerle esa pregunta, pero no tuvo valor para dejar que escapara de sus labios. Hundido en el asiento dejó los ojos colgados en la ventana imaginándose que corría sobre esas colinas que parecían interminables. El sonido que harían sus pies al crujir contra el suelo, la nieve como parches sobre el campo seguro sonaba muy bonito al caer sobre el pasto. Si alguna vez pudieran volver. Tal vez no juntos.

La sola idea lo hizo sonrojarse. ¿En qué pensaba? Ni siquiera sabía cómo esa idea pudo cruzarse en su mente. Chris era alguien que lo aterraba con la misma intensidad con que lo hacía sentirse...

No pudo terminar ese pensamiento, porque no sabía la respuesta. Sin perder el rubor en sus mejillas devolvió los ojos a quien conducía mirando hacia el camino. Se preguntó qué pasaría por su mente y sintió más miedo. Si en algún momento albergó alguna esperanza de salir bien librado de una relación con Chris, de la índole que fuera, era momento de dejarla partir. La conversación que escuchó a escondidas no auguraba nada bueno. Una vez Chris regresó a la pieza donde pasaron la noche, tuvo la genial idea de abrazarlo.

El rubor de nuevo le coloreó todo el rostro. El arrepentimiento llegó pronto, porque no obtuvo reacción alguna. Chris se quedó inmóvil como si se hubiera convertido en una estatua. Incluso su respiración casi desapareció. Cuando estuvo a punto de soltarlo, Chris le devolvió el abrazo. No lo esperaba, sin embargo, dejó que lo recostara sobre el colchón donde estuvo tumbado momentos antes. Le temblaron los labios al sentir el peso del cuerpo de Chris sobre el suyo. El calor que le brindaba regresó y en ese momento tuvo ganas de sonreír como no lo hizo antes.

Despertó de improviso sintiendo que se ahogaba y con el rostro empapado. Por instinto se encogió sobre la superficie que albergaba su cuerpo. Tosió hasta ahogarse desesperado por oxígeno.

—Por fin despiertas pedazo de mierda.

Un tirón en su cabello hizo que los huesos de su cuello tronaran. Dominick se esforzó por abrir los ojos, pero en seguida recibió un chorro de agua fría en el rostro.

Al intentar zafarse descubrió sus manos atadas en su espalda. El pánico hizo que se retorciera con más ahínco sin lograr escapar de quien lo sujetaba con fuerza, riéndose de él.

—Es muy aburrido si solo te quedas ahí sin hacer nada.

Las manos liberaron su cabello y Dominick rodó sobre el colchón donde se encontraba para escapar. Una carcajada fue el premio por sus acciones.

—Tienes que darle un buen espectáculo a la audiencia. Si no te mueves no es divertido.

Dominick no tenía intenciones de entretener a nadie ni averiguar a lo que se refería con una audiencia. La cabeza le dolía como si le fuera a estallar, su cuerpo seguía entumecido, pero su corazón tan acelerado que podía salírsele del pecho.

Una vez más se vio forzado a levantar la cabeza, esta vez girando hacia donde una cámara encendida registraba todos sus movimientos.

—Saluda. Anda diles a todos, soy un pedazo de mierda inservible. Habla, dilo. Abre el hocico y repite: Soy un pedazo de mierda inútil.

Rapsodia entre el cielo y el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora