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Aparcó el auto y Dominick volvió a la vida. Fueron apenas unos quince minutos de viaje, pero a Chris le supieron a eternidad.

Las luces de un restaurante iluminaron los ojos de Dominick. Su estómago hizo lo propio y rugió para hacerse notar.  Giró hacia Chris y le mostró el billete que obtuvo de su bolsillo.

La procedencia de ese dinero era un misterio que no estaba interesado en resolver.  Chris bajó primero del auto, el teléfono móvil vibró en el asiento trasero, protestando por ser ignorado. Refunfuñando lo tomó entre sus manos. La cantidad de notificaciones llenaba la pantalla.

Avanzó unos pasos esperando que Dominick lo siguiera y devolvió la llamada.

—¿Qué carajo te pasa por la cabeza?  ¿Por qué mejor no te metes una bala entre los ojos y acabas con toda esta mierda?

Chris alejó el teléfono de su oído. La voz alterada de Bracco no se detenía.

—Tienes que matarme primero y luego irte al demonio. En eso quedamos. Tu patrón, ¿te acuerdas de él? Uno que parece un santo, pero es peor que las siete plagas de Egipto juntas, ya se enteró de todo. El mocoso cabrón de Kris,  casi se despezuña por ir corriendo a contarle tus hazañas. Sabemos que tienes cara de pendejo, pero no tienes que esforzarte en demostrarlo.

—Si ya terminate de rumiar voy a cortar para que te vayas a comer una verga y...

—¡Por un carajo, escúchame una vez en tu vida! Tú eres mejor que esto. No puedes decepcionarme de este modo.

Chris se mantuvo en silencio. No necesitaba escuchar los regaños de Bracco, sin embargo, su voz era un rayo de luz en medio de la oscuridad.

—Usa tu jodido cerebro y piensa en una solución. Porque desde ya te digo que cavaste tu tumba y la de ese chico. ¡Qué mierda contigo! Anda, revuélcate con él y sigue pensando con la verga. Espero que valga la pena y sea la cogida de tu vida, porque va a ser la última. Porque lo quieras o no, ese chico tiene los días contados. Lo sabes tú, lo sé yo, lo sabe tu jefe y todo el maldito grupo. ¿Lo sabe ese chico? ¿Se lo vas a decir, Chris?

—Nadie te pidió que metas tu maldita nariz en mis asuntos, Bracco.

—Tus asuntos, pedazo de asno, son mis asuntos también. Tu patrón quiere saber donde andas, cabrón. No soy tu jodida niñera. Así que ya que te dignas a responder tu maldito móvil, será mejor que te subas los pantalones, le des una buena lavada al mocoso ese y le pongas un moño en la cabeza. Porque se lo tienes que entregar a tu jefecito, si no quieres que él mande por ti.

La sangre se le heló dentro de las venas. Chris pudo sentir que su corazón dejó de latir. Si es que lo que Bracco decía era cierto, entonces...

—¡Sé que me oíste! No eres tan imbécil, Chris, pero te empeñas a actuar como tal. Jodiste a Harris, a Harris nada menos, en un maldito hospital. Si serás pendejo, con todas las cámaras de seguridad sobre tu trasero. Solo a ti se te ocurre ser tan estúpido.

—Tengo todo bajo control —replicó Chris harto de escucharlo.

—Mi culo. Mi culo tiene todo bajo control. Lo único que tú controlas es como te bajas la bragueta. Escucha bien. La jodiste bien está vez. Te dije que no tienes opción. Ese chico es tu perdición y sabes bien que tienes que hacer.

Sí, lo sabía, pero no conseguía reunir valor para hacerlo.

—En el caso y escucha bien, en el
caso hipotético de que yo tuviera... me estuviera cogiendo a alguien... tampoco querría ese destino para ella. Sabes qué debes hacer. No tengo que decírtelo.

—Él.. . ¿Sabe donde estoy?

—No lo sé. Te lo juro, no lo sé. Lo sabrá, no va a tardar—replicó Bracco con tono sombrío.

Rapsodia entre el cielo y el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora