CAP. 7

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CAPÍTULO SIETE.
EL PRÓLOGO DE CLAUDIO Y ZANÏA.

𝐍𝐀𝐑𝐑𝐀𝐃𝐎𝐑 𝐎𝐌𝐍𝐈𝐒𝐂𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄.
Claudio Martín era, en Francia, el sub chef en jefe del restaurante "La Monalisa", uno de los tres restaurantes orgullo de la familia Van Anti, gracias a sus numerosas estrellas Michelin, y premios de renombre en el mundo de la gastronomía.

Los otros dos restaurantes llevan por nombre: "La Russol" y "La Isabey". Sus nombres vienen a honor, de los nombres de las amadas hijas del chef que los abrió, con el sudor de su frente y el sabor de sus platillos.

Claudio se sintió más que honrado, y dichoso, cuando una de las hijas del fundador, y encargada del personal, le pidió que fuera el chef en jefe provisional, de la "La Isabey" en América.

Su recibimiento por parte del personal en "La Isabey" fue agradable, y rápidamente comenzó con sus labores y en hacerse amigo de todos, menos de alguien.

Claudio sintió una extraña curiosidad por la única asiática del personal, aunque luego su curiosidad se vio eclipsada, porque no importa que tan amable fuera con ella, la pequeña Zanïa simplemente era cortante, y poco amigable, pero solo con él, con el resto del personal era cálida, servicial, y muy dulce.

Eso le enfadó: —¿Esta chiquilla piensa que soy desagradable? —. Se preguntó en varias ocasiones.

Intentó ignorar la poca curiosidad que le quedaba, porque la actitud de Zanïa, al parecerle desagradable, le hizo sentir cierto rechazo hacia ella.

Pero rápidamente volvió a encenderse el fuego de la curiosidad, porque le sorprendía lo ágil, y dada que era la muchacha al trabajar.

🔪🔪🔪

—¡Zan Zan! —voceo el sub chef en jefe.

—¿Si? —pregunto ella, curiosa, mientras tomaba sus cosas, que yacían en su casillero.

—Hoy me toca preparar los cortes de carne que se usarán mañana... Pero... —titubeo, nervioso, y apenado.

—Si tienes otra cita a ciegas hoy, está bien, puedo hacerlo por ti —aseguro —pero la próxima vez, no aceptaré si no me avisas con anticipación.

—¡Gracias! —voceo el muchacho, muy agradecido, y abrazo a la pequeña.

Zanïa le deseó suerte, y cuando se quedó sola, suspiro, tomo nuevamente su ropa sucia, y camino hacia el vestidor.

Noto que el de chicas estaba ya cerrado, y entró en el de caballeros, y se comenzó a cambiar nuevamente.

Tarareo una canción que le gustaba mucho, mientras se sacaba la camisa y las zapatillas, luego se inclinó, bajándose la falda.

En ese preciso instante, por mala, o rara suerte, la puerta se abrió.

Los párpados de Zanïa se extendieron hacia arriba con exageración, y lentamente, voltio el rostro hacia la puerta. Encontró con la misma expresión de sorpresa, al rubio, y en ambos, un extenso color rojo les abofeteo el rostro.

—Eh... —soltó el rubio, tartamudo, y por acto reflejo, miro el trasero de la menor. Sus bragas eran tipo bombachas, dolor rosa bebe.

Zanïa reaccionó, y gritó: —¡Pervertido! —dio un salto, y se cubrió con sus manos.

Claudio salto, y cerró la puerta de un golpe, tomó aire, y huyó a su despacho.

Cerró también la puerta de su despacho, y analizó lo sucedido.

¿𝙐𝙣 𝙘𝙖𝙛é? 𝑷𝒂𝒓𝒂 𝒅𝒐𝒔.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora