Capítulo Nueve:

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𝐓𝐀𝐘𝐋𝐎𝐑 𝐀. 𝐏𝐀𝐑𝐊𝐄𝐑.

En plan de Rony era loco, pero sencillo, drogar a la chica con un narcótico que está de moda, ya que nubla de sentido y juicio a quien la consuma, también despierta el instinto sexual, perfecto para cualquier violador.

Aunque lo más difícil sería buscar a alguien que se acostara con ella, y aceptara tomarle fotos como evidencia. Después de todo, no hay nada peor que eso para la imagen de una mujer.

Pero la inepta de Rony no mantuvo el ojo encima a la chica.

Solo tenia que sentarse a hablar con ella, poner la droga en la bebida, y aguardar a que llegara para buscar a cualquier chico fresa, que aceptara sin hacer preguntas.

—Búscala, y si por casualidad divina en el proceso hay un idiota dispuesto a cogérsela, estamos realizados—. Sentenció, dejando a mi hermana menor sola. Puedo imaginar su cara de desprecio hacia mí por mandarla a mover el culo.

Así como llegué tarde a la fiesta, pensaba irme temprano, y en el proceso, evadir a papá, ya que me esperaba el mismo interrogatorio que Rony hace unos momentos, para saber el porqué de mi llegara tan tardará, pero a él no le puedo decir que llegue tarde porque a mi secretaria le dio la gran idea de modelar su lencería nueva.

Salude a uno que otro invitado de camino a la casa, ya que la fiesta como tal es en el jardín, mi plan es irme al segundo piso a descansar un poco, y luego irme a mi departamento.

Evadiendo invitado tras invitado, llegue al pasillo que conecta a las escaleras del ala privada, correspondiente a las habitaciones que aún siguen siendo de mi hermana y mi persona.

En este pasillo hay dos puertas, la de un baño y un closet, y ningún invitado está permitido en este pasillo, está muy claro, ya que Rony mando a poner una cinta divisoria, con un letrero que especificaba bien: «NO pase»

—Quien será el imbécil que paso —. Sentenció molesto, ya que era claro que había alguien en el closet, porque la luz de un celular titileo.

Abrí la puerta de forma abrupta, y mis ojos cafés se encontraron con los ojos miel de una chica, de cabello corto y turquesa.

—Ayuda... —. Murmuró con dificultad. Me alarmó un poco, así que me inclinó a su altura para ayudarla, pero ella actúa antes, y me besa.

Mis párpados se abren con gran notoriedad, los brazos de ella me abrazan desde el cuello, y su lengua busca de forma juguetona la mía.

—Hey... —. Murmuró de forma suave, alejando mis labios de los ajenos.

—Tócame... —. Súplica.

Endurecí un poco el ceño por su repentina suplica. Di un ligero paso hacia atrás, por mero recelo, y la luz del pasillo me ayudó a distinguir sus facciones femeninas.

—¿Triana? —. Preguntó, y ella sonríe como niña pequeña asintiendo.

—Si... Me llamo así... —. Acerca sus labios a los míos, e murmura sobre los mismos: —cojamos...

Pestañeo varias veces por su instigación, presteza aproximo mi mano izquierda sobre su seno. En ese momento mi sorpresa cambia a una pequeña preocupación, no por sus acciones, sino porque su pezón esta extremadamente duro, y su cuerpo parece estar ardiendo como lechos al fuego.

—¿Que mierda de droga...? —. Musito, y unísonamente ella deja salir un pequeño quejido.

—Cógeme por favor... —. Súplica por tercera vez, pero esta vez sus palabras se empalagan con desesperación.

¿𝙐𝙣 𝙘𝙖𝙛é? 𝑷𝒂𝒓𝒂 𝒅𝒐𝒔.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora