CAP. 5.2

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CAPÍTULO CINCO, PARTE DOS.
UN EPÍLOGO PARA ALEK.

𝐍𝐀𝐑𝐑𝐀𝐃𝐎𝐑 𝐎𝐌𝐍𝐈𝐒𝐂𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄.
Taylor se tomó dos tragos de un zapotazo, intentó cortar la amargura que el recuerdo de Dulce le causaba.

—Calma... Luego Triana te puede pegar por llegar ebrio —Alek intentando darle un poco de humor al asunto.

—Realmente creo que más me reprendería mi hija Teresa, que Triana.

Alek asintió, y recordó a su hija, y luego su cabeza se volvió un enredó de cosas innecesarias.

—Les tengo envidia... —murmuró, con la mirada perdida.

—¿Que?

—Les tengo envidia a ti y a Triana —repitió, —a pesar de todo por lo que pasaron... —sonrió, con un amargo sabor en la boca —son felices... Sanos... Con una buena vida...

Taylor en vez de sentirse alagado, se sintió triste. Palmeó el hombro de Alek: —tu hija es muy linda... Ojalá... Ella y Teresa puedan ser buenas amigas algún día...

La mirada de Alek se contradijo, porque se detonó su tristeza al instante, pero no quería mostrarla, nunca lo ha hecho, sin incluir el escándalo previó que armó en el pasillo con Max.

—Si... Yo... —tartamudeo, y dejo su vaso a un lado, sintiendo el paso de su vida cayendo sobre su conciencia.

—Si necesitas hablar... Te puedo escuchar... —aseguro Taylor, queriendo brindarle seguridad.

Alek lo mérito, y realmente necesitaba hablar con alguien, solo necesitaba que alguien supiera quién realmente era, que alguien supiera lo que había sufrido desde niño.

—Mi madre... Huyó de casa cuando tenía 15 años...

»Era joven, bonita, y no había terminado la escuela. La calle fue su mejor refugio, y la mejor forma de buscar el pan para comer. Terminó trabajando como prostituta en un burdel. Cuando tenía 19 años, salió embarazada de uno de los proxenetas. No sé la razón exacta, pero él no la obligó a abordar, y ella creyó que eso le daría mejor vida, pero fue todo lo contrario.

» Seguía siendo prostituta, solo que de clientes más exclusivos, y a diferencia de las otras prostitutas de esa lugar, ella vivía en una cómoda casa junto a mi padre, donde intentaba ocuparse de mí.

—Espera... —le interrumpió Taylor —Triana me dijo que tu madre era doctora... No...

—La madre que le presente a Triana, era realmente mi tía —aclara, con una pequeña sonrisa —ella era la media hermana de mi padre...

»Mis padres peleaban sin descanso... Todos los días, a cualquier hora... Y mamá me repetía varias veces: —se buen niño, Alek, así papi no será malo contigo, ni con mami ¿No quieres que mami sea lastimada? ¿Verdad? —. Yo siempre le decía que no lo quería, porque era así, quería a unos padres como los que tenían mis compañeros en la escuela... Pero nunca fue así, desde el comienzo, hasta el final.

Alek se miró las manos, y recordó cuando las mismas aún eran pequeñas, cuando tenía 8 años, y estaban manchadas de sangre.

—Un día... Solo estaba peleando... —apretó los ojos, torturado por el recuerdo —y de golpe, ya no hubo más, ya no hubieron gritos...

Recordó como su padre con violencia lo encerró en un armario, y luego, hubo aún más silencio, porque se había ido de la casa.


ALEK; 08 AÑOS.
Un pequeño Alek, al paso de las horas, con hambre, sed, y miedo, logro a punta de empujones, abrir el armario, que había sido muy mal cerrado.

Recorrió su casa, y subió a la segunda planta: —¿Mamá? —. Preguntó, extrañado por el silencio.

Cómo acto natural, busco en la habitación que sus padres compartían, y ahí estaba.

—¿Mami...? —murmuró, ante el incidente pensamiento de que su madre estaba dormida. Su cuerpo descansaba boca abajo, y aunque Alek no se había dado cuenta, tenía múltiples puñaladas.

La empujó varias veces, hasta que noto que sus manos tenían un extraño líquido rojo, y que ella no respondía.

Nervioso, y solo, hizo lo primero que se le ocurrió; buscar ayuda de alguien grande. Corrió escaleras abajo, e intento abrir la puerta principal, pero estaba cerrada, intento con la trasera, y tampoco logro nada.

Ansioso, miro el ventanal que daba a la calle, y se pegó a él, no pudo quitarle el seguro para niños, así que comenzó a golpearlo con sus manitos.

—¡Ayuda! ¡Alguien ayude a mi mamá! —grito desesperado, hasta que la vecina de enfrente lo escuchó, y llamó al 911.

¿𝙐𝙣 𝙘𝙖𝙛é? 𝑷𝒂𝒓𝒂 𝒅𝒐𝒔.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora