Capítulo 3

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Lo peor había pasado. El funeral fue horrible. Todos los funerales lo son, pero este en particular fue uno de los más duros que he tenido que pasar en mi vida. Tuve que aprender a lidiar con la muerte desde muy joven, pero nada te prepara para perder a las personas que quieres. Selena estaba acabada. Enterrar a los dos padres al mismo tiempo es más doloroso de lo que un ser humano debería poder tolerar. Nadie puede vivir igual después de un trauma así. Estuve con ella todo el tiempo, a su lado. Varios amigos vinieron a ayudarla a pasar el día de una forma menos dolorosa, si cabe. No sé de dónde saqué la fuerza para soportar esa pérdida. Guillermo era muy especial para mí y ahora que se ha ido, Selena era sin duda, la única referencia que tenía que me unía a él. No tenía otra familia. No hay ancestros, no hay descendientes, no hay nadie. Estaba solo en el mundo. Eso era triste.

Después del funeral, dejé a Selena en casa con unos amigos. Me imaginé que quería estar sola y como estaba con la gente que gustaba, quería dejarla llorar en paz.

Después de la cena pasé por su casa a saludar y llevé mis cosas para pasar la noche allí. Ya le había mandado un mensaje al móvil a avisarla. Dijo que no le importaba. Seguía apartándome.

Cuando abrió la puerta, su rostro estaba irreconocible. De tanto llorar y sufrir. No esperaba nada más. Entré y quise darle un abrazo, pero era tan desconfiada que no tuve el valor de molestarla.

—¿Cómo estás? ¿Has comido algo?

—No estoy, como puedes ver.

—¿Has comido? —Insistí.

—No tengo hambre.

—Tienes que comer, Selena, lo que sea, tómate un vaso de leche, lo que quieras, pero no puedes estar así, te lo he dicho, acabarás enferma y no podrás salir de esta tristeza.

—¿Quién dice que quiero salir de mi tristeza?

Suspiré. Había salido preparado para enfrentarme a su actitud agresiva de rechazo a todo y a todos, pero confieso que la paciencia no era mi mejor cualidad, para las personas obstinadas.

—Te traeré algo de comida. Necesitas alimentarte.

—Te dije que no quería nada.

—Y ya te he dicho que vas a comer —me miró con su mirada consentida y ofendida. No me importaba, si iba a actuar como una niña, la trataría como tal.

Le di la espalda a su estatuilla y me dirigí a la cocina. Al cabo de un rato, oí sonar el timbre de la puerta, y supuse que Selena había tenido una visita, porque oí otra voz con ella, pero no pude identificar bien la conversación ni quién era. Cuando terminé de prepararle un sándwich y un zumo de naranja natural, lo puse todo en una bandeja y lo llevé al comedor, donde estaba ella.

Cuando llegué, la vi en el sofá hablando con un chico que debía tener más o menos su edad. Era un chico guapo. Parecía un modelo. ¿Qué les pasa a los niños de hoy en día, que son todos guapos con figuras torneadas? Sé que pensar así era una tontería, porque incluso a su edad yo era un chico atractivo, siempre lo fui. Y lo sabía. Pero eso no significaba que mantener mi cuerpo y mi apariencia, ahora, al hacerme mayor, no fuera una rutina diaria de comer, hacer ejercicio y muchas cosas que abdicar. Aunque no parecía tener treinta y cinco años, la verdad es que sí los tenía.

El chico se veía muy cercano a Selena. Parecía que eran íntimos o algo así, porque él le cogía las dos manos y se las acariciaba. No sé por qué, pero esa imagen me dio un poco de asco. No por nada, y no me pareció mal. Era normal que tuviera amigos, chicos, incluso un novio. Tal vez era su novio, no pregunté, no lo sabía. De hecho, como mencionó, no sabía nada de ella. Pero, la necesidad de protegerla crecía con cada día que pasaba. Especialmente ahora que era frágil. Y era señuelo fácil para los tiburones. ¡Mira quién habla! Si yo mismo era un peligro para ella. 

El millonario guardián  |TERMINADA Y COMPLETA| Romance erótico +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora