31: ¿Abril?

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La mujer de Carlos se mostró muy agradecida y avergonzada, no sabía cómo me podría pagar lo que había hecho. Debo ser honesto en que no quise leer la mente de esa mujer, ya estaba harto de meterme en las cabezas ajenas y me imaginé que la de ella era un caos. Luego de repetirle que no hacía falta ningún pago y que ya no debería preocuparse de su exmarido, comenzó la preocupación por su hijo y el trauma con el que quedaría.

―Puedo hacer que eso cambie ―le ofrecí.

―¿Cómo?

―Puedo quitar los malos recuerdos de su padre e implantar nuevos, ya sea que nunca estuvo con ese hombre como padre y tú fuiste madre soltera, o que su padre fue bueno con ustedes, pero se fue, se murió o algo así.

―Tiene tres años, ¿no recordará su vieja casa?

―Tiene tres años, en un tiempo más ya no tendrá recuerdos, solo las sensaciones y las emociones vividas.

―En ese caso, no quiero que tenga buenos recuerdos o emociones de un hombre que nunca hizo nada por nosotros.

Puse mis manos sobre la cabecita del niño que lloraba sin saber muy bien por qué. Primero, lo dormí, luego quité cada recuerdo de Carlos de su cabeza, la verdad es que los pocos recuerdos que tenía de él, o eran malos, o eran de indiferencia.

―Entonces, él creerá que siempre fueron solo los dos, para la próxima vez, mira bien a quien entregas tu corazón.

―Yo nunca le entregué mi corazón, ni nada, mi padrastro perdió una apuesta en la que yo era la prenda.

―¿Dónde está tu padrastro ahora?

―En algún bar de mala muerte, como siempre.

―Bueno, tú no te preocupes, aquí estarás tranquila con tu hijo. ―Saqué una de mis tarjetas de visita y mi lápiz para anotar un número―. Toma, te dejo mi número por cualquier cosa, si yo no puedo venir, al reverso está el número de un amigo, llámalo de mi parte. Si él no puede venir, seguro enviará a alguien.

―Gracias.

Tomó mis manos, primera vez que me tocaba y grande fue mi sorpresa al sentir un escalofrío recorrer mis brazos. No solo su pasado se abrió ante mis ojos sin yo quererlo, también al menos una de sus vidas pasadas. Esa mujer, pobre, violentada y con la autoestima por el suelo era Abril, la hija de Livia, a la que crie como mi propia hija y a la que le daba asco ser la hija de la sirvienta. ¿Qué había hecho en sus vidas pasadas para acabar así? ¿O es que sí había tomado malas decisiones en esta vida? No, era demasiado joven para haber cometido errores por sí misma, mucho más si quienes la debían proteger la habían entregado a un bastardo.

―No te preocupes, nada les faltará, ni a ti ni al niño. Yo me haré cargo de todo.

―¿Cómo lo haré para ir a trabajar? Allá dejaba al niño con una vecina.

―No te preocupes, ya te dije que nada les faltará, no debes volver a trabajar, te harás cargo de tu hijo y yo me haré cargo de los dos.

Las Lunas de Abril IV : Luna eternaWhere stories live. Discover now