2: Novedades

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No puedo negar que las últimas palabras de Mala'ikan me calaron hondo. Su amenaza había sido muy clara, no obstante, no podía decir que estuviera en mis planes dejar a Selena, si ella volvía. El problema era que yo no tenía idea si ella tenía pensado volver o no a mi lado, mal que mal, me había dejado sin aviso.

Decidí dejar de pensar en Selena y, sobre todo, en Mala'ikan. Yo, en ese tiempo, tenía cosas más importantes de las que preocuparme. El reino de mi padre iba en franca decadencia por lo cual, debía buscar el modo de reactivarlo; yo, como heredero al trono, tenía el deber de velar por la continuación del reino.

Codro, mi padre, había recibido una advertencia, o premonición, como él la llamó, que anunciaba la invasión de los dorios a nuestro pueblo, obviamente, no permitiría, ni que ellos se adueñaran de nuestro reino, ni mucho menos que mataran a mi padre.

Poco tiempo después, nuestros enemigos se encontraban al acecho, avanzaban hacia nosotros asolando ciudades vecinas. Mis hombres y yo estábamos dispuestos a dar la batalla, cuando Selena apareció de nuevo en mi vida.

―No te enfrentes a ellos, Medonte ―me advirtió―, no vienen solos.

―¿Cómo es eso de que no vienen solos?

―Eso, vienen sostenidos por una fuerza por mucho muy superior a la tuya y no podrás vencer.

―No les tengo miedo.

―Por favor, no te enfrentes a ellos, no salgas a su encuentro, ellos no se acercarán aquí y si ustedes salen, estarán perdidos. Por favor, no vayas ―me rogó con intensidad.

―No dejaré que asesinen a mi padre.

―El destino de tu padre ya está escrito en las estrellas.

Fijé mi vista en su rostro.

―¿Qué quieres decir?

Suspiró.

―No hay nada que puedas hacer para cambiar su destino; ya está fijado.

―Selena...

―Lo siento, Medonte, lo único que puedes hacer es luchar por tu vida, por la de tu hermano y su familia; la vida de tu padre ya está sentenciada.

―¿Por qué? Él es el Rey, él no puede morir, mucho menos a manos de nuestros enemigos ―protesté con fiereza.

―Medonte, Medonte, escucha. Su vida ya ha sido reclamada por los dioses, no hay nada que puedas hacer, ni tú, ni nadie.

Resoplé.

―Hay fuerzas poderosas que tú no comprendes, Medonte, fuerzas que, aunque no creas en ellas, existen, están allí afuera y pueden hacerte mucho daño.

Las Lunas de Abril IV : Luna eternaWhere stories live. Discover now