17 | Parte sin título 17 (a drede)

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No sé lo que quiero escribir, pero sé que lo quiero escribir.

Lo tengo en la memoria, guardado, solo necesito proyectarlo y dejar que se quede enmarcado para siempre, pero no quiero hacerlo.

Siento que todo lo que digo es lo mejor que he dicho jamás, pero a su vez no quiero seguir diciendo nada.

Quiero callarme y dejar que la vida me consuma mientras veo como pasa rápidamente delante de mis ojos, como si de una película en la televisión se tratase.

No me gusta esforzarme, me siento sin ganas, me siento vacío y a la vez no siento nada. Parece que realmente mi sistema pueda decidir cuando apagar mis emociones y cuando no. Que oportuno que ahora lo estén, mientras vivo la etapa, probablemente, más gloriosa de mi vida, o eso dicen.

Hoy prefiero tomármelo más personal, no perderé la esencia de escribir, aunque creo que eso jamás lo perderé, pero no me expresaré de una manera tan ardua, ya que necesito, por una vez, ser claro conmigo mismo, espero que sirva de algo.

Realmente no sé separar la delgada línea entre la realidad y la ficción, de echo, creo que nadie es capaz de hacerlo. Cuando vemos una serie, siempre tendemos a creer que lo que estamos viendo es real, nos olvidamos de que realmente los personajes que estamos viendo no existen ni jamás lo harán, son actuados, son irreales. Pero aun así, lloramos cada vez que uno de los personajes que nos gustan vive algo trágico, muere, como si realmente estuviese pasando. Nuestra capacidad de empatizar con los demás es tan intensa que incluso aunque sea falsa, nunca dejaremos de llorar.

Y a lo que me lleva esto es a pensar... ¿Es este hecho realmente ruin o bueno? En mi caso, podría decir que ha hecho que, por muy retórico que suene, pierda mi capacidad de empatizar todavía más. Ahora vivo en un sueño constante, en una nube sin fin, esperando a que llueva para sentir como la lluvia cae en mi regazo, para así sentir algo de una vez por todas.

Por todas aquellas veces que no sentí, que no me lastimé, que no reí, que simplemente me mantuve indiferente a lo que estaba pasando, como si no me involucrase. 

Muchos dicen que la indiferencia es la mejor arma, pero después de recapacitarlo durante un breve pero fiable momento, me he dado cuenta de que la indiferencia no involucra a las personas.

La indiferencia no es un sentimiento propio, no puede ser expresado, ya que, contradictoriamente, es la ausencia de expresión.

Y por eso, esa indiferencia crea a máquinas, no seres. Un ser vive, experimenta y siente, es imposible, hipotéticamente, que alguien muestre indiferencia en todos los ámbitos de su vida.

Incluso las personas menos expresivas sienten algo dentro de sí, se enfadan, se molestan, se entristecen, incluso lloran.

Pero, si forzosamente empiezas a aplicar este método de vida, entonces ahí las cosas sí que cambian. Empiezas a despreocuparte de todo, y poco  a poco vas perdiendo la ambición de todo lo que antes te apasionaba, efectos muy relacionados con la adición.

Y es que no crear, hace que te olvides de cómo hacerlo. Lo peor es cuando te das cuenta, cuando te das cuenta de que realmente sí que querías, porque ya es demasiado tarde.

Entras en un abismo en el que yo me encuentro ahora mismo.

De echo ni siquiera sé cómo estoy redactándolo sin tener ni un mínimo rasgo en mi cara, pero siendo tan profundo a la vez, como si acabase de llegar a un punto en el que no me importase exponerme públicamente a lo que probablemente serán cientos de personas, de lectores, que en algún momento leerán esto igual que yo mientras lo escribo. En cambio, si lo hago bien, claro, esas personas, vosotros, si todavía no habéis llegado a este punto de decadencia, sí sentiréis algo.

Quizás ira por lo que la vida me está haciendo, o más específicamente, yo mismo.

Quizás pena por leer el lamento de una persona que expresa sus emociones sin miedo a ser juzgado.

O quizás esa tan temible indiferencia que crea mas interés que el propio hecho de intervenir. Al final la contraposición de lo que uno hace y lo que genera es algo que deberíamos tener en cuenta antes de actuar inconscientemente, aunque a nadie le importe.

Solo de imaginarme como alguien está leyendo esto, se me eriza la piel de una manera inaudita e insólita, pero indiferente. No soy capaz de percibir cómo se sentirá alguien al leer mis propias emociones, mis propios pensamientos, porque al fin y al cabo, eso es lo que está aquí impreso, escrito o redactado. Mi vida en unas simples líneas, que pueden ser interpretadas de millones de maneras y que se me haría interminable explicar. 

Por mucho que quiera, no puedo pararme a explicar cuál es la intención de cada palabra que escribo, pero sé que, algún día, alguien mirará lo que está aquí escrito y sentirá lo mismo que yo sentí al gritarlo al papel. 

Y ahí es cuando se formará el verdadero arte.

Hasta aquí todo lo que puedo decir,

todavía tengo miles de opiniones que exponer, de metáforas que componer y de hechos que narrar, 

pero eso ya es historia,

otra, historia.

pensamientos a floteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora