C A P Í T U L O 1

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Celeste.

Empecemos por mi família. Mi papá abandonó a mamá cuando estaba embarazada de mi o al menos así me lo contaron. Mamá, la mujer más fuerte que conozco y mi mejor amiga, desde pequeña la vi hacerlo todo sola y gracias a ella nunca nos faltó nada. No tengo hermanos, no tengo primos ni tíos o eso creo. Mis abuelos viven en las afueras de la ciudad de Rosewood, en Beacon Hills . Y estoy yo, Celeste, 18 años, cabello negro, ojos grises y un mal genio que sin duda heredé de mi mamá, bueno a lo que venía.

Imagina que estás un día tranquila en tu habitación, y de la nada llega tu madre para mostrarte un anillo de diamantes en señal de que se ha comprometido. Pero la pregunta es: ¿con quién?. Nunca la vi salir con nadie, ni hablar de nadie en casa. Y pues ahí estaba yo, escuchandola y a la vez no. Intentando entender lo que estaba pasando.

—...¿Qué te parece?—finalizó mi madre.

—Estoy muy feliz por tí, pero....¿Quién es?.

—Nos ha invitado a cenar esta noche con él para que lo conozcas.

—Eso quiere decir que ya está por llegar—dije intentando sonar lo más normal posible.

—Así es. Ve arreglandote, no debe tardar mucho.

Yo sólo asentí y ella se marchó. ¿Recuerdan ese emoji de Whatsapp al que parece que le ha explotado el cerebro? Pues así estaba yo en ese momento. Feliz, porque ella lo está y enojada porque eso implicaba tener que irnos a vivir a otro lugar y no me agrada la idea. En Rosewood tenia toda una vida hecha, pero donde sea que vivía ese hombre, no sabía lo que me espera.

—¿Tú que crees de esto?— le pregunté a mi perro el cual continuaba tendido en la alfombra del suelo.

Él simplemente emitió un sonido semejante al de un llanto y agachó su cabeza. Suspiré derrotada, sabía que ya era tarde para intentar convencerla de quedarse y también sabía que no me dejaría sola aunque tuviera 18 años.

Me levanté de la cama para comenzar a buscar una ropa decente. Terminé eligiendo un vestido rosa de tirantes, ajustado hasta medio muslo, acompañado de un cinturón grueso de color blanco y unos zapatos del mismo color. Tomé una ducha y procedí a vestirme en mi pequeño closet, estaba terminando de arreglarme cuando la puerta del mismo se cerró dejándome a solas.

Fue cuestión de segundos que mi respiración se volviera agitada y el aire comenzara a abandonar mis pulmones. Sentí mi pecho apretarse y tener la sensación de que pronto moriría. Me dejé caer al suelo y estiré mis piernas frente a mi mientras colocaba mis manos sobre las rodillas. Escuché el lloriqueo y los ladridos de Zeus, mi perro, arañando la puerta del closet. Cada vez me dolía más el pecho y tenía menos aire así que comencé a contar mentalmente alzando los dedos de una mano y luego los de la otra. Poco a poco empecé a respirar con normalidad. Tiré la cabeza hacia atrás apoyandola contra la pared justo en el momento en el que mi madre abría la puerta.

—¿Estás bién, cariño?—preguntó. Todo su rostro desbordaba preocupación.

Cerré los ojos y asentí lentamente. Su mano acarició mi cabello al tiempo que me depositaba un beso en la frente.

—Cuantas veces te he dicho que dejes la silla contra la puerta-me reprochó, rodeandome en un abrazo.

—Lo siento, mamá—mi voz salió en un susurro.

—Todo esta bien—besó mi pelo antes de ayudar a levantarme—.Él ya ha llegado. Podemos dejarlo para otro día si quieres.

Menee la cabeza. Ella estaba muy emocionada por esta cena y yo no quería arruinarle la noche con mis ataques de pánico.

HADES (Dulce Pecado#1)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora