C A P Í T U L O 9

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Celeste.

—Se le hace tarde para la boda de la Sra Victoria—dijo Louis abriendo las cortinas de mi habitación.

—¿Qué hora es?—pregunté con un tono de voz somnoliento mientras me cubría con las mantas hasta la cabeza.

—Ya casi es hora de ir a la iglesia, lleva toda la mañana durmiendo. Su madre me ha ordenado levantarla—se colocó delante de la cama y comenzó a tirar de las mantas—. Le he preparado una merienda.

—¿Merienda?,¿dónde?—me senté de golpe en la cama. Si se trataba de comida yo era la primera en la lista.

—Allí—señaló mi escritorio y efectivamente ahí estaba la bandeja.

La puerta fue abierta por mi madre seguida de mi abuela y Camille quien llevaba dos perchas, supuse que eran nuestros vestidos.

—¿Pero aún estas en esas fachas?—me reprochó mamá poniendo los brazos en jarra.

—Buenos días para ti también—respondí levantandome de la cama y tomando un panquesito de la bandeja antes de entrar al baño y darme una ducha.

Demoré un par de minutos antes de salir enrollada en la toalla. Mi abuela había colocado todo el maquillaje sobre mi escritorio a un lado de la bandeja mientras que mi madre observaba por la ventana el jardín trasero. Se veía a leguas lo nerviosa que estaba, ella nunca había tenido una boda. Recordé todas las veces que hablamos de como sería ese momento si algún día llegaba a cumplirse su sueño. Y ahí estaba, a punto de hacerse realidad. Me acerqué a ella y la abracé por la espalda dejando un beso en su hombro.

—Todo saldrá bien—susurré y sentí como sus manos acariciaron las mías.

—¿Recuerdas cuando eras pequeñas y nos disfrazabamos? —preguntó y yo asentí—. Siento como si hoy fuera uno de esos días.

—Solo que hoy es real. Hoy se cumple nuestro sueño de verte en el altar con un vestido de novia—giró entre mis brazos y me estrechó contra su pecho.

—Hoy es real— repitió como si intentara creérselo.

—Hora de vestirse Sra James. Ups, perdón, Sra Walter—me corregí haciendola reír.

Entre las tres la ayudamos con su vestido ya que tenía muchas que ni ella misma entendía. Camille improvisó un lindo peinado para mi madre, nosotras nos recogimos el cabello en una coleta alta la cuál caía en rizos sueltos. Pasamos alrededor de unas dos o tres horas arreglandonos entre nosotras, Camille hacía los peinados, mi abuela se encargaba de la ropa y yo del maquillaje. Estaba terminando de colocarle el labial a mi madre cuando la puerta fue abierta de nuevo. Mi abuelo apareció por ella sosteniendo el ramo de rosas blancas artificiales.

—¿Listas?—preguntó dándole una ojeada a su hija de pies a cabeza-. Estás hermosa.

—Gracias papá.

—¿Vamos? El auto nos espera.

—¿Nos dejan solas unos segundos?—me adelanté a hablar antes de que mi madre dijera que sí.

HADES (Dulce Pecado#1)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora