C A P Í T U L O 14

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Dedicado a: Kamy_Burga

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Nicholas.

La nieve comenzaba a cubrir el ataúd mientras el cura decía sus palabras y las personas dejaban sus flores. Celeste estaba a mi lado con un semblante neutro. Frente a nosotros los padres de la chica lloraban desconsoladamente y con ellos un niño que rondaba los diez años. Me vi reflejado en él, y en su manera de mirar el ataúd de su hermana mayor.

La voz del padre se escucha dándole inicio al entierro.

Hoy, hermanos y hermanas, nos reunimos aquí para despedirnos de Bianca Walter y el pequeño de su vientre, quienes se han ido al descanso eterno en la paz de Cristo. Que el señor los reciba en el banquete de los hijos de Dios en el cielo.....—sus palabras dejan de ser escuchadas por mí.

Observo la caja ser colocada en el agujero que hicieron en la tierra y con ella me voy yo. Todo de mi está ahí dentro, con ella. Dos hombres vestidos de negro agarran sus palas y lanzan la tierra para cubrirlo. Cuando termina el entierro, lentamente las personas se van marchando dejando su pésame hasta que solo quedamos Jeremy, mi padre y yo.

—Te esperamos en el coche—dice mi padre y me da un apretón en el hombro.

Yo no respondo, solo me quedo ahí observando el rectángulo de tierra removida que cubre a mi madre y a mi hermano que no nació. Frente a mí está la lápida, sus nombres en ella y una fecha que jamás olvidaré.

Pequeña gotas de agua comienzan a caer sobre mi y van aumentando hasta que se vuelve un aguacero, pero yo sigo ahí, observando la tierra. Es tarde y pronto anochecerá. Levanto la vista y diviso a lo lejos una figura oscura que me observa entre las sombras. Es él, sé que es él, estoy seguro. Se está buerlando de mí, puedo escuchar su voz en mi cabeza.

«Soy yo, estoy aquí y he matado a tu ser más preciado»

Hice a un lado mis pensamientos y metí las manos en los bolsillos del abrigo para sacar los guantes. Tenía las manos tan heladas que casi ni las sentía. Observé las manos de Celeste,  tenía los nudillos rojos y la piel pálida.

—Póntelos—atravesé otro par de guantes en su campo de visión.

Siempre llevaba dos pares conmigo, a veces era necesario usar ambos. Los tomó y no tardó en ponerselos

—Gracias—levantó la cabeza y me observó unos segundos.

No estaba llorando, pero su rostro no reflejaba más que dolor. Ella odiaba verse vulnerable frente a otros y eso le impedía expresar sus emociones, en este caso, llorar. Levanté la mano para quitarle los mechones de cabello que viento había atravesado en su rostro. Esa simple acción fue suficiente para colapsar. Se abrió paso entre las personas alejándose del lugar, no tardé en seguirla. Nunca es buena idea dejar sola a una persona en esa situación, no se sabe que locuras son capaces de cometer. Aceleré el paso para lograr alcanzarla.

—Hey—agarré su brazo obligándola a voltearse.

Su aniñado rostro estaba empapado de lágrimas por lo que no dudé en estrecharla contra mi pecho. Ocultó su rostro en el hueco de mi cuello y lloró, dejando salir parte de ese dolor que la estaba consumiendo. Suspiré viendo como el aire se volvía una pequeña nube de humo blanca.

—Están aquí— dijo haciéndome fruncir el ceño.

—¿De qué hablas?

—Ellos están aquí, en Rosewood.

HADES (Dulce Pecado#1)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora