Capitulo 2

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¿QUÉ TIENEN EN COMÚN CALVIN KLEIN CON EL NUEVO VECINO?

Marzo 22 de 2019, Calle Phoenix, 7:12 am

Rivenst tiene un aroma a humedad y tierra mojada, hace frío y desde la ventana puedes percibir cómo se mezcla la neblina argentada de los alrededores con los árboles. Parecía un pueblo fantasma (aunque de fantasma no tenía nada) Mi pueblo pintaba más al escenario de alguna película de terror, de esas donde hay criaturas espeluznantes paseándose por las oscuras calles en busca de una nueva presa.

Eran las siete de un viernes por la mañana, mi madre a quien suelo acostumbrar ver antes de irse al trabajo, se ajustaba el uniforme frente a la isla de la cocina. Hoy lucía apresurada como si fuera a llegar tarde (aunque realmente no iba tarde) Su vestimenta blanco hueso que suele acompañar con una cofia, la hacía ver como esas enfermeras de las series de televisión.

Su cabellera es castaña como la mía y sus ojos son de un verde esmeralda que a diferencia de los mío, unos ojos aceitunados, a ella le daban un toque cálido en el rostro y una luz que la hacía ver más joven. Sus labios siempre lucen gruesos, tiene los pómulos marcados y una figura de reloj de arena. Ella es realmente hermosa, y teniendo en cuenta que tiene 39 años se conservaba como de 26. La veo levantar su cartera y las llaves de la casa, luego pasa a despedirse de mí. Se inclina y me da un beso en la frente rápido y fugaz como si quisiera solo irse y desaparecer lo más rápido posible.

─Max —me dice—. Nos vemos más tarde ─y añadió─. Que no se te olvide sacar la basura antes de ir a la escuela.

Su voz siempre sonaba anodina, fría o simplemente distante. Ella se apartó de mí y se dirigió hacia la puerta trasera donde está estacionado su Shery lQ azúl. No había escuchado el sonar de la puerta tras mi espalda, así que me giré para darme cuenta que ella se había parado en la puerta dubitativa, tenía ese gesto en el rostro que venía conociendo desde hace un año.

─¿Podrías visitar a tu padre después de la escuela? Se ha atrasado con el mes.

Su vista cayó sobre sus piernas y luego su voz sonó tosca como si quisiera reprimir todo lo que llevase por dentro.

─Iría yo, pero ya sabes cómo es —culminó dando un pequeño suspiro cansado.

No quise decir nada, así que solo carraspeé la garganta de modo que sonara a una afirmación. Ella forzó débilmente una sonrisa y la vi salir de la cocina.

Tinna no era la madre más cariñosa del mundo. De hecho ella nunca me llamó por otro nombre que no fuera el que me había dado de nacimiento. Y, aunque a simple vista pareciera que no me quisiera, no era así. Es decir, sé que las madres te suelen llamar de muchas maneras, por ejemplo: "hija" "cariño" "mi muñeca" "tesoro" o como la madre de Julie Ross le llama: "buena para nada". Y bien, no es una forma bonita de llamar a su hija, pero es algo diferente a su nombre por lo menos.

El punto es que mi madre, aunque fuera reacia, ella me quiere a su manera, de eso estaba segura. Pero todo había cambiado cuando mi padre decidió engañarla, ella simplemente se apartó y se encasilló en su trabajo. Sabía que le dolía su traición y verlo le era mucho más difícil todavía.

Me llevé la última cucharada de cereal, arrugué el rostro al sentir ese trágico dulzor empalagoso y tragué obligada. Debía de comenzar a trazar un plan para que el azúcar no se quedara rebosando en la leche y causarme ese desagradable mal gusto al culminar. Terminé por recoger la cocina que odiaba tanto limpiar y subí a mi habitación. Me enfundé unos jeans, pasé a agarrar un suéter gris que ya olía a gato muerto, unos zapatos que había comprado en descuento en una nueva tienda en el centro del pueblo meses atrás, por último, dejé mi cabello recogido en un moño despreocupado.

La última noche de primavera  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora