Capitulo 8

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(8)
EL ROYAL PARK ES EL MEJOR LUGAR PARA ESTAR CON EL CHICO QUE TE GUSTA, PERO NO EN ÉSTA ÉPOCA DEL AÑO

Marzo 25, Royal Park, 5:19pm

El viento vespertino de las cinco de la tarde, se columpió entre los avejentados juegos del parque de diversiones del Royal Park creando sonidos ruinosos. La maleza había recubierto la mayor parte del terreno y los juegos de grandes tamaños como la rueda de la fortuna y la montaña rusa, evidenciaba en sus estructuras el óxido. Era tanto el tiempo que ha estado abandonado, que algunos juegos yacían entre el crecimiento excesivo de raíces y ramas de árboles cercanos.

A medida que nos adentrábamos en el interior del parque, la decadencia era más evidente. Walker, el vecino más asocial que he tenido la tarea de espiar y que ahora se encontraba a unos cuantos centímetros de mí, caminaba con ligereza por encima de alambres, musgos y desperdicios humanos como si no existiesen, todo lo contrario, a mí, que trataba de no tropezar con algún objeto (al menos no peligroso) pues mis pies temblaban y estaba consiente que los zapatos que había escogido para mi expedición habían sido errados.

Pasó quizás unos dos minutos más y todavía Walker no había dicho ni una sola palabra durante el trayecto, aquello me ponía nerviosa he inquieta más de lo habitual. Y aún más, cuando observé un payaso blanco de labios rojos, ojos alargados y saltones de arcilla, que estaba yaciente tendido en el concreto. Su cuerpo estaba roto como aquella sonrisa tan fehaciente de su rostro que daba escalofríos. Tragué saliva y me apresuré a seguirle el paso a mi compañero silencioso.

El cielo bajo nuestros hombros se pintaba de un azul palidezco como si el atardecer no existiera, las aves a nuestro alrededor volaban del norte hacia el sur en cantidades, sus graznidos eran incesantes como si algo los inquietara.

—¿Falta mucho? —musité, Walker ni siquiera se inmutó por mi pregunta, sino que siguió adentrándose aún más en el parque, él me había escuchado, pero había decidido ignorarme.

Decido no darle importancia.

Una gota de lluvia cae sobre mi frente y el cielo se estremece minuto después. Me congelo al percibir una ráfaga de viento que me azota los brazos y las piernas como si este tuviese dedos alargados. Segundos después, me llevo por delante una vara de metal que estaba a una altura considerable en un montón de objetos llenos de óxido. Di un pequeño quejido en cuanto el golpe se asentó en la tibia, salté hacia un lugar más despejado sosteniendo el lugar que no había querido ver con detalle y me senté en el suelo sin importar lo sucio que se hallaba.

Unas manos cálidas me rodearon la zona adolorida, Walker se había puesto de cuclillas frente a mí, sus ojos oscuros balancearon el dolor como si sus pupilas fueran un anestésico local. Era como si al tenerlo tan cerca de mí, nada podía dolerme o hacerme daño. Era estúpido pensarlo, más por el hecho de no querer hacerme ningún tipo de ilusiones con él.

Una gota de sangre resbala sobre mi pierna, respiro profundo para no dejar escapar las lágrimas, (al menos no frente a él) Walker apretó la mandíbula y de su pantalón sacó una bandana negra que envolvió alrededor de mi pierna como venda. Su tacto era firme. Al terminar de envolver mi pierna, otra vez obtuve la atención de sus oscuras pupilas que me erizaban la nuca y al mismo tiempo me ocasionaban intriga.

‹‹ ¿Cuál es tu secreto? ›› Fueron las palabras que llegaron a mi mente como si sus ojos me dijeran «Oculto algo»

—Gracias —murmuré sin dejar de hacer contacto visual con él. Sus labios se apretaron al darse cuenta de la proximidad que tenían nuestros rostros.

—De ahora en adelante iras a mi lado. Estoy comenzando a creer que llevas la mala suerte encima, Müller —comentó con sorna, luego tomó mi mano y me alzó contra su pecho dejando solo unos centímetros de espacio entre ambos. Otra vez su cercanía era peligrosa.

La última noche de primavera  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora