Capitulo 12

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LA CASA EMBRUJADA

Abril 12, parque final destination, 6:50 pm

Amaba la rueda de la fortuna, sus luces de colores, esa sensación en el estómago cuando se detiene en lo alto de la cima, el cabello me agita en el rostro y el sonido oxidado de los frenos me hace abrir los ojos encontrándome con una vista de un hermoso cielo crepuscular violeta. Era un momento mágico, que luego se ensombrecía al mirar hacía abajo y ver los juegos de tira al arco, los puestos de comida y la gente jugando o paseando como hormigas; que muy fácilmente podría aplastar con mi zapato. La soledad ya no se sentía como una extraña amiga, no cuando todo era tan perfecto y hermoso.

Es increíble cuando un pensamiento puede cambiar. Amaba la rueda de la fortuna, pero ahora que tenía 17 años no tenía sentido, como si algo me hubiera robado todo lo que la hacía especial. Sus luces me habían estado acompañando durante más de media hora en el pequeño banco cerca de un puesto de helado. Era 12 de abril, la apertura de las ferias de primavera en Rivenst, los 5 días del año en la que no importaba que, pasadas las cinco de la tarde no había nadie que no estuviera fuera de sus casas.

Zoe decía que: no hay nada más memorable que los carritos chocones, las montañas rusas, los puestos de algodón de azúcar o las casas embrujadas. Sobre todo, esas casas embrujadas, ya que eran... Son su obsesión. No importaba en qué fecha del año estuviéramos, mientras hubiese una, entraría y me arrastraría con ella.

El año pasado abrieron las puertas de una casa embrujada, Hollotowns. Una casa temática construida en el sur-este del parque, de grandes columnas de madera y luces moradas y rojas. Zoe había estado insistiendo en que debíamos entrar, pero admito que ella no fue quien me convenció para hacerlo.

Abril 12, parque final destination, 9:30 pm, hace un año...

—Vamos Max, por favor —insistió Zoe.

Me había pillado justo en el puesto de perros calientes, mientras recibía una salchicha con extra salsa barbecue. Su rostro todavía estaba cubierto por escarcha azul.

—Dicen que Hollotonws tiene payasos y pasadizos —le oigo decir muy concentrada en la salchicha que me llevaba a la boca. Casi podía escuchar su estómago gruñir detrás de ese abdomen plano.

—¿Quieres? —le ofrecí con la boca llena, algunas gotas de salsa cayeron al asfalto.

—No —dijo con desprecio—, sabes que no como esas porquerías.

Puse los ojos en blanco

—Tú no comes nada que se llame "comida"

Zoe me desafió con la mirada.

—¿Vas a venir sí o no a la casa? —bufó

Nunca he sido fanática del miedo, por lo que una casa embrujada jamás sería algo a lo que me plantearía ir. Solo había ido a cinco. La primera con mi padre a los 12 años en las ferias de Halloween en Hollows y estaba segura que después de esa noche jamás volvería a entrar en una. Pero luego de tres años evitándolas, Zoe me convenció y durante los dos años siguientes en cada evento de Halloween o feria, ella me arrastraba a una casa del terror, mansión o fábrica de sustos y no le decía que no.

—Yo sé que aún le tienes miedo a las casas embrujadas y que cada vez que te arrastro terminas insultándome en la salida. Pero no quiero entrar sola Max, por favor.

La última noche de primavera  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora