Una conversación al amanecer

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Disclaimer: Todo lo que aparece en el fic es de Rowling, incluidas sus contradicciones.

Recordad que el próximo capítulo será el martes. ¡Como siempre, muchísimas gracias a todas por las lecturas y los comentarios! ¡Abrazos y besos!

Trigger Warning: Narración con acciones sexuales explícitas.

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El hechizo los despertó al amanecer. Draco se quejó con un gemido lastimero al oír el aviso, enterrando más la cara en el hueco de la axila de Harry. Somnoliento, Harry se incorporó, manoteando en busca de su varita por encima de Draco, que seguía acurrucado junto a él. Cogiendo la suya y la de él a la vez, movió suavemente a Draco para avisarle de que era la hora de comenzar el hechizo. Draco volvió a protestar, pero se incorporó secándose la barbilla con el dorso de la mano. Harry sonrió con alegría, notando la camiseta húmeda, sabiendo a ciencia cierta que eso significaba que este había descansado profundamente durante ese rato.

Harry le pasó la varita, pero le frenó poniéndole la mano en la muñeca cuando Draco se apuntó con ella al pecho. Este le miró desconcertado, parpadeando todavía con sueño.

—Espérate unos segundos para estar más despejado, aún no ha salido el sol —murmuró Harry a modo de explicación. Draco asintió, conforme, y bostezó frotándose los ojos. Harry se contagió de él—. Hay que asegurarse de que lo hacemos bien, no podemos fastidiarla ahora.

El manual era muy claro en ese punto. La conclusión de la realización de la poción no era garante de nada. Si fallaban en recitar el conjuro aunque fuese una sola vez, algo que debían hacer todos los días al salir y ponerse el sol, tendrían que volver a empezar el proceso desde el principio, la poción no serviría y tendrían que fabricar otra con una hoja de mandrágora nueva. Draco le había intentado explicar la teoría mágica que enlazaba el conjuro que iban a recitar con las pociones guardadas en el cofre del armario, pero Harry todavía no tenía el nivel suficiente para entender todos los conceptos adecuadamente.

Harry soltó la muñeca de Draco y se sentó a lo indio encima de las sábanas. Draco le imitó, colocándose enfrente de él, rodilla con rodilla. Cuando Harry consideró que él mismo estaba lo suficientemente despierto asintió a Draco, que miró su varita con concentración. Habían practicado el hechizo bastantes veces para asegurarse de que no confundían ninguna sílaba y pronunciaban adecuadamente todas las palabras. En una de sus incursiones, Draco había recogido un par de palos pequeños y delgados del bosque. Harry los había tallado mágicamente durante sus tardes en la sala común, dándoles la tosca forma de sus varitas y habían practicado con ellos el conjuro hasta la saciedad, procurando que les saliese sin pensar.

—¿Deberíamos hacerlo sin camiseta? —preguntó Draco repentinamente, mirándole con los ojos abiertos de pánico, como si se le acabase de ocurrir la idea.

—No tengo ni idea. Funcionará igual, ¿no? —Harry frunció el ceño. No habían leído nada al respecto.

—En los manuales no ponía nada —negó Draco, relajándose—. Creo que no tiene importancia.

—Prefiero no arriesgarme —determinó Harry, quitándose la camiseta rápidamente y echándola a un lado. Draco asintió e hizo lo mismo un segundo después.

—¿Preparado? —Harry se apuntó al pecho con la varita, rozando en el centro de su pecho—. Un centímetro más a la izquierda, Potter. Tu izquierda.

—De acuerdo. ¿Así? —dijo Harry, fijándose en cómo lo estaba haciendo Draco y corrigiendo la posición de la varita. Draco asintió, aprobándolo.

Amato animo animato animagus —pronunciaron los dos simultáneamente, despacio y claramente.

—¿Ya? —Ambos se habían quedado unos segundos callados, expectantes, esperando que pasase algo—. No ha ocurrido nada. ¿Tú has sentido algo?

La generación de la guerra [Drarry-Harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora