Poción de animagia

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Disclaimer: Todo lo que aparece en el fic es de Rowling, incluidas sus contradicciones.

¡Hola!

Sólo comentaros que, con el decaimiento del estado de alarma y el toque de queda en mi país, mi trabajo retoma los horarios normales y habituales. ¿Qué por qué os lo cuento? Porque me va a ser prácticamente imposible actualizar el sábado. Podría intentar correr y publicar en mi mediodía antes de irme a trabajar pero... prefiero no comprometerme (y así no sentirme culpable si no puedo). Por tanto, esta semana sólo habrá capítulo el martes y el jueves.

¡Muchísimas gracias a todas por las lecturas y los comentarios! ¡Abrazos y besos!

Trigger Warning: Referencias a situaciones sexuales, nada demasiado explícito. Tensión sexual latente.

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Draco no estaba en la habitación. Harry salió y buscó en la sala común, esperando que quizá estuviese allí, pero tampoco lo encontró. Volvió al dormitorio, sacó el Mapa del Merodeador y se sentó en la cama. Estaba a punto de desplegarlo cuando eligió volver a doblarlo, sintiendo remordimientos. Ya había estado mal cuando lo había utilizado para descubrir que estaba durmiendo en la sala común y Draco odiaría que volviese a hacer eso. Sería peor que llamarlo idiota en el calor de una discusión. Harry se había acostumbrado tanto a utilizarlo que le costaba pensar en lo incorrecto que era espiar así a la gente.

Se lamió los labios, sin saber qué hacer. Se sentó frente al escritorio y sacó los libros de Teoría Mágica, pensando que podría estudiar un poco para hacer tiempo en lo que Draco regresaba y así aprovechar el rato. No funcionó. Pendiente de la puerta, levantándose a pasear por la habitación cuando la frustración de no poder hacer nada lo invadía y consultando el reloj para ver cómo se derretían lentamente las horas, apenas logró concentrarse y avanzar dos párrafos del capítulo que se había propuesto aprender.

—¿Aún no ha regresado? —Harry se había levantado de golpe cuando había oído llamar a la puerta antes de pararse a pensar que, obviamente, Draco no iba a llamar antes de entrar. Hermione había entreabierto la puerta y se había asomado, mirándole con curiosidad—. ¿Quieres bajar a comer con nosotros?

Harry negó, sintiendo que se le volvía a cerrar la garganta y que le picaban los ojos. Era sábado. Los sábados, Draco y él comían juntos en Hogsmeade y había tenido la esperanza de que para ese momento todo estuviese arreglado. Hermione apretó los labios, comprendiéndolo. Entró en la habitación y se acercó a él, abrazándolo. Agradecido, Harry le correspondió el gesto y se permitió sollozar cuando hundió el rostro en el hombro de su amiga. Esta le consoló con caricias en la espalda.

—Harry, te quiero mucho —le dijo Hermione suavemente—. Pero desde mi punto de vista estáis haciendo un pequeño drama de algo que se va a solucionar en cuanto habléis, aunque entienda que resulta doloroso para ti que Draco esté enfadado.

—Lo siento —se disculpó Harry, consciente de que, visto desde fuera, debía de parecer un idiota—. Ya sé que parezco un crío, pero no puedo evitarlo.

—Nunca te disculpes por amar, Harry —dijo Hermione separándole para poder mirarle a los ojos.

—Eso te ha quedado muy profundo. —A pesar de todo, se le escapó una pequeña risita sarcástica—. Pero tienes razón.

—Creo que lo que sientes por Draco es muy fuerte. Siempre lo ha sido, supongo, aunque antes no lo expresases de esta manera. Si lo que él siente por ti también lo es, lo arreglaréis.

—He estado pensando...

—Ya imagino —dijo Hermione con sorna.

—No, escúchame —se exasperó Harry. Hermione sonrió, paciente—. He pensado que si hablo con él y... bueno, hablamos sobre esto que tenemos entre nosotros... Si Draco al final sí quiere... Ya sabes...

La generación de la guerra [Drarry-Harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora