39 | Los dibujos revelados.

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Damien

Estaba sentado en la parte de afuera de la habitación, como he estado haciendo estos días. No me había atrevido a entrar en la habitación después de la noticia, la culpabilidad no me había dejado tranquilo, y el solo pensar estar cerca de ella me hacía creer que estaba en peligro.

Lograba escuchar apenas unos murmuros de adentro, pero lo suficiente para saber que todo trascurría con normalidad, lo que me hacía al menos sentir más tranquilo. No podía estar lejos pero tampoco cerca, lo cual era completamente contradictorio, y ni yo me entendía en lo absoluto.

Por lo menos había logrado convencer a mamá de que no podía viajar al otro lado del mundo con la situación. Creía que nadie debería, pero según ella ya habían confirmado su presencia, y no ir seria descortés sin una "excusa válida", y como Kerstin no formaba parte de la familia real no lo consideraban como tal.

Me molesté mucho con mis padres, no podía ver las cosas como ellos lo hacían, y más cuando Alex no opuso resistencia y se fue con ellos como si no hubiera una amenaza real en la manada.

La puerta al lado de mi se abrió, revelando a los padres de Kerstin.

—¿Cómo está? —pregunté a su madre, levantándome de la silla que había traído para mi puesto de guardia.

La señora Lehmann había sido más comprensiva conmigo, al contrario de su padre que me tenía cierto rencor, algo completamente entendible.

—Está bien, mejorando, ya puede sentarse —dijo con una tristeza combinada con felicidad, de una forma muy extraña pero que yo también sentía.

Suspiré un poco mas aliviado y asentí volviendo a sentarme en la silla.

—Iremos a comer un rato —mencionó afianzando su bolsa en sus manos—. Quizá deberías entrar a hacerle compañía.

Su sugerencia me descolocó un poco, no podía creer que ella me quería volver a ver cerca de su hija.

—No sé si eso sea buena idea —dije triste.

—Eres su amigo, y ella necesita cosas conocidas en estos momentos, quizá su memoria pueda volver. —¿Eso era posible? Si así era tenía que hacer todo lo posible por intentarlo.

—Lo haré —dije poniéndome de pie de nuevo—. La cuidaré bien.

Un bufido de parte de su padre me hizo saber que el comentario le había molestado. Agaché la cabeza triste, pero una mano suave me reconforto con unos palmaditas en mi hombro. La señora Lehamnn asintió con una pequeña sonrisa, antes de tomar a su mate del brazo y llevarlo por el pasillo.

Me quede frente a la puerta hasta verlos desaparecer. Me quería preparar mentalmente para enfrentarla, o más bien a su condición. Tenía que recordar que ella no sabía quien era yo, ni nada de lo que habíamos vivido con anterioridad... pero al final seguía siendo ella.

Con esa frase me arme de valor para poder acercarme a la puerta y abrirla lentamente, sin la intención de asustarla o molestarla con ruido. Ella estaba acostada delicadamente en la cama con la cobija hasta la mitad. Su mirada parecía perdida en la ventana pero cuando me escucho se volteo ligeramente hacia mí.

—Hola —salude lentamente sin saber bien que decir. Me quede en la puerta, a unos metros de ella, pues no sabía como iba a reaccionar.

Ella sonrió de manera relajada.

—Hola —dijo levantando su espalda para sentarse firme.

Di unos pasos chicos en su dirección.

—¿Cómo estás? —empecé la conversación de manera casual.

—Mejorando —respondió animadamente como una niña pequeña y movió juguetonamente los hombros en un gesto que nunca la había visto hacer.

Maldición FraternalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora