56 |Escapada parte I

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—No, de verdad no —dije más con suplica que con seguridad.

—Por favor, eres la única que me puede ayudar —suplico de nuevo, con sus manos pegadas y un ligero puchero fingido que lo hacía ver más idiota.

—Damien, si nos atrapan, ¿Sabes a quien van a castigar?

—¡A mi! Jamás dejaría que te hicieran algo, yo me echaré la culpa, ellos me creerán porque soy tonto y además es la verdad, es mi idea.

—Y yo seré la que la siga.

—Soy el príncipe, dirás qué solo seguías mis órdenes, ¡dirás qué te amenace! —se le ocurrió de repente, y lo dijo con una sonrisa como si fuera la mejor idea—. Que no te deje otra opción porque te dije que si no lo hacías te echaría de la manada —termino con una sonrisa gigante, convencido de que todos se lo creerán.

—Para empezar, no tienes autoridad para hacer eso —le solté para bajarlo de la nube—. Y nadie va a creerlo, todos saben lo unida que soy a Lory y a ti.

Dió un respingón, rindiendose, bajando los brazos. Dejó caer toda su fachada de niño jugando a hacer travesuras, poniéndose muy serio en un segundo, tanto que asustó.

—Kerstin —dijo con su tono más ronco, más fuerte y más decidido, sin rastro del juguetón de hace un segundo—. Si no vas conmigo, iré solo, pero esta noche voy a encontrarla.

Su tono y seguridad me hizo tragar saliva. ¿Por qué tenía que verse más atractivo así? ¿Por qué su lado maduro y fuerte me gustaba tanto?

Después de salir de mi retargo, decidí que no importaban las consecuencias, no iba a dejarlo solo, ni ahora ni nunca, sin importar que tan alto fuera el precio.

A las 2 A. M. Asomé mi cabeza por la puerta, encontrándome con el pasillo desierto y la mayoría de las luces apagadas. Agudize mi oído para detectar pasos en la mansión, rápidamente encontré las posiciones de los guardias.

Gire para ver dentro de la habitación a un ansioso Damien, quien asintió al ver en mi rostro la pregunta.

Salí de ahí caminando lo más casual posible, ¿Cómo es que en ese momento olvidaba hasta como era mi caminar normal? Sentía que me veía más fingida que nunca, que el nerviosismo se podía notar a kilómetros.

Tranquila, Kerstin, respira, tu puedes.

Baje a la cocina sin toparme con nadie, aunque tenía un buen discurso elaborado.

"Solo vengo por agua, el príncipe parece ahogarse con su propia saliva"

Es creíble, ¿No?

Entre a la cocina y tome una jarra de cristal para ponerla a llenar, en cuanto el chorro comenzó a correr, yo lo hice hacía el pequeño apartado de almacén donde estaban todas las llaves del palacio. El ruido del agua al caer camuflaria mis pasos y el tinteneo de las llaves.
Al encontrarlas me asusté al ver la cantidad abrumadora de estás en un solo llavero, ¿¡Cuál era la del balcón!?

Gire mi cabeza rápidamente para ver qué tanto tenía la jarra llenado, si mis cálculos por tiempo, llenado y volumen resultaban tenía como 15 segundos para buscar.

Empecé a pasarlas una por una rápidamente, ¡pero no había ninguna marca! Nada las identificaba.

Tenía que llevarlas conmigo, pero ¿Donde?

No cabían en mis bolsas de pantalones, ni en mi zapato, menos en mi sostén.
Busque con la mirada por todo el almacén, algo tenía que haber ahí.

Llevar una caja, muy obvio. Llevar una bolsa, también, ¿Que diría si me preguntaban?
¡Una toalla!

Envolví rápidamente el pesado llavero y doble la toalla lo más normal posible.

"Si, la llevo por si el príncipe casualmente se tira el agua encima o la derrama en el piso. Si, ya sabes lo torpe que es".

Anoté mi excusa y corrí para cerrar la llave antes de que la jarra se desbordara.

La tomé con cautela y la recargue sobre la toalla.

Cheque nuevamente la ubicación de los guardias y traze mi camino sin percances.

Ni la preocupada por los discursos.

Toque dos rápidas veces la puerta de la habitación, antes que Damien me abriera.

—¿Las tienes? —pregunto ansioso.

Sonreí triunfante y las saque de la toalla.

Aunque yo crei que la fase más difícil había pasado, no podía estar más equivocada.

Ahí estábamos Damien y yo, intentado descifrar cuál abría la puerta de la terraza.

—¿Cómo es posible que no te acuerdes cómo es la manija de la puerta? —lo regañe por quinta vez.

—¿Por qué tendría que saber eso? —responde molesto mientras más observa detenidamente.

—Es tu casa.

—No es como si fuera por ahí observandolas, está casa tiene muchas puertas y jamás imaginé que ocuparía escapar.

—¡Así nunca sabremos cuál es! No hay nada que pueda decirnos.

—Lo único que podemos hacer es ir a la puerta y probar una por una.

—¿Estas loco? ¿Sabes el ruido que eso haría? Y además estar en el pasillo a la vista no es la mejor idea.

—Yo puedo estar abriendo mientras tú escuchas dónde están los guardias.

—¿Y si no escucho bien por el ruido de las llaves? ¿Y si ellos mismos escuchan las llaves?

—Entonces nos escondemos, hay una sala justo enfrente, seguramente ahí algo nos podrá tapar.

—Es muy arriesgado —protesto frotándome la cara con las manos.

—Es necesario, no hay otra forma. —Me mira con su cara de convencimiento.

Resoplo, vencida.

—Si voy a la carcel será tu culpa.
Y ahí estabamos, en el pasillo principal a mitad de la noche. Damien con una linterna en su boca, probaba una por una las llaves del llavero, ocuparía unos 100 intentos mínimo. Yo mientras me encontraba a su lado con otra linterna, mientras volteaba a los lados y agudizaba mi oído al máximo para detectar pasos o respiraciones.

Dos guardias en la entrada principal, dos caminando dos pasillos a la derecha, dos en el pasillo final, dos justo arriba de nosotros.

Se podía decir que lo tenía controlado.

Ambos teníamos que estar muy quietos y con nuestras respiraciones muy leves para evitar que esos mismos guardias nos escucharán, teníamos la ventaja al ellos ni imaginarse que nos encontrábamos aquí.
Más sin embargo nada puede salir nunca perfecto, y menos teniendo a Damien Zauberwald como compañero de crimen.

Cuando escuche el estruendo de las llaves tocando el piso simultáneamente, solo pude cerrar los ojos con fuerza mientras me imaginaba que haría castigada los próximos 5 años.

Cuando el ruido de detuvo y abrí los ojos solo ví a Damien con cara de espanto y culpa mientras decía.

—Ups —soltó lentamente.
En ese momento todosls guardias antes mencionados, notaron las dos presencias y se dirigían al menos cinco guardias a nuestro encuentro.

Empecé a entrar en pánico, pero ciclada, no me moví mi un centimetro mientras Damien se paraba y trataba de llevarme al salón antes mencionado.

Pero en un cambio drastico de eventos, las dobles puertas de cristal de la terraza  se abrieron de par en par con un estruendo, dejándonos paralizados.
¿Quien había abierto la puerta?

No tuve tiempo de analizar a fondo el tema cuando Damien me sacó volando desde el segundo piso, aterrizando él en sus cuatro patas conmigo encima de su espalda. Una maniobra que hubiera admirado en otras circunstancias.

Sujetate.

Me ordeno mentalmente.

Maldición FraternalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora