27 | Una loca idea.

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PARTE I

Corría entre lágrimas por algunos pasillos del palacio sin rumbo alguno, teniendo esa sanción nuevamente de querer huir del mundo, pero sin saber como hacerlo.

Sentía como si una gran roca estuviera amarrada a mi espalda y cada vez me fuera más difícil caminar o siquiera respirar por su peso.

No entendía en qué punto mi vida había pasado de ser perfecta a un desastre, en que momento había empezado a tener tantos problemas, y por más que había querido mantenerme y estar con la frente en alto ante ellos la situación me había sobrepasado.

En un pasillo escuché unos gritos provenientes de un cuarto y al rompiéndose, pare en seco y agudice mi oído para entender que estaba pasando.

Note que los gritos provenían de una puerta semi abierta, una habitación de invitados.

—¡Todo es culpa de esa niña! —gritó una voz que no lograba detectar pero provenía de un hombre—. Si se hiciera querer no estaría sufriendo tanto.

—Todavía está queriendo superar la muerte de Charles, no podemos interferir en su duelo. —Una voz femenina defendió.

—¡Tiene que entender que lo de Charles ya pasó, esta es su vida ahora, tiene que adaptarse y dar un heredero rápido! —grito la voz fuerte.

Charles... me sonaba ese nombre.

—¿Crees que ellos te darán el heredero? —pregunto la voz femenina con incredulidad—. Él bebé será su heredero también, y será alfa de aquí, te propondrán unir las alianzas con un solo alfa si todo va bien y tendrás que aceptar.

Lentamente me asomé por la pequeña rejilla que estaba abierta, no debería de hacer esto pero la curiosidad me había atacado de sobremanera al estar hablando de cosas importantes. Al ver pude ya notar que se trataba de los padres de Ariana.

—¡Ya te dije que no lo permitiré! —grito el señor Bellerose a su esposa que estaba sentada en la cama con toda la calma posible, todo lo contrario a que esposo.

—No hay más opciones.

Él soltó un bufido y empezó a tallarse su canoso pelo, despeinándolo.

—Si tan solo alguien no hubiese decidido jugar con plata durante su embarazo —dijo molesto mirando a su esposa, sus ojos le estaban queriendo decir algo, nada bueno al parecer.

Ella cerró los ojos uno segundos y cuando los abrió pude ver un vacío extremo en ellos. Se acostó en la cama sin mirarlo mientras ignoraba sus palabras e intentaba descansar.

No entendía de qué estaban hablando, pero antes de que notaran mi presencia me alejé lentamente sin querer averiguar.

Seguí con mi camino sin rumbo fijo hasta que vi unas escaleras que conducían a la torre trasera, sin pensarlo mucho subí.

No había estado ahí desde hacía un par de años, pero lo reconocí como donde me escondía al jugar.

La fria brisa de la madrugada me revivió, avance hasta el borde donde estaba el barandal y me senté con las piernas colgando, recargue mi frente en un pilar y dejé a mi mente divagar en los problemas.

Bueno realmente no eran muchos pero era uno grande, muy grande, estaba a punto de verse hacia donde iría mi vida, mi destino.

Había dos opciones: estaría con la persona que está destinada para mi pero con prejuicios, quizá malas miradas y comentarios hirientes, sin mencionar que probablemente nos adentremos a una guerra que no se sabe cuanto durará o quien saldrá de ella; o estaría sola por el resto de mi vida aunque haya alguien a mi lado, sentiría un vacío eterno que sabría como quitar, pero por más que quisiera correr hacia mi alivio no podría, y seria la peor tortura que alguna vez sufriría, que poco a poco me llevaría a mi tumba.

Maldición FraternalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora