Alexander.
Apagó el auto y desabrochó mi cinturón. Susurro su nombre y al ver lo quieta que está desabrochó su cinturón.
—Phoebe, mírame —le pido. —Tranquilízate, estamos bien. Phoebe, por favor mírame.
Sus ojos grises ahora están cristalizados, mientras que ella intenta, en vano, retener las lágrimas. Acunó su cara entre mis manos y acaricio su mejilla
—Todo estará bien. Te llevaré a casa. —Seguro Grey se molestará, incluso creo que cumplirá su amenza, pero es mejor a que su vida vuelva a correr peligro.
—Mi padre. —Comienza. Niego con la cabeza.
Ambos conocemos el riesgo, sabemos de lo que Grey es capaz, sobre todo por lo tarde que es. Pero ya he tomado mi decisión.
—Tranquila. Todo estará bien —le aseguro. —Debemos vestirnos o Grey pensará mil cosas.
Una sonrisa se forma en sus labios por mi comentario. Phoebe me pasa la camiseta blanca y ella comienza a meterse en los ajustados jeans negros. Su teléfono cae al piso y en la pantalla puedo ver las llamadas pérdidas. Seguro ha sido Grey. Esto empeora las cosas.
Cuando Phoebe termina de vestirse le pido que se abroche el cinturon y enciendo el auto. Nos incorporamos a la autopista.
—Duerme un poco, preciosa.
Ni siquiera se molesta en intentar mantenerse despierta. Cuando terminó de pronunciar las palabras Phoebe ya ha cerrado los ojos. Avanzamos en la oscuridad a través de las calles, son las tres de la mañana y hay muy pocos autos. Phoebe se ha dormido y falta poco para llegar. Deseo que Grey no esté en casa, aunque en el fondo sé que no debo hacerme ilusiones.
Estaciono el auto en la acera miro a Phoebe. Sigue durmiendo, le doy un beso en la frente, acarició su hombro y susurro:
—Llegamos.
Sus párpados se levantan, dejando una perfecta vista de su grisáceo iris. Una mirada tan inocente y dulce que, de inmediato, es sustituida por ansiedad.
—Debería ir sóla.
Evitar los problemas es algo que solía hacer. Pero esta vez cuando su vida puede ser aún más peligrosa, no es correcto dejarla sóla.
—Ire contigo Phoebe, no puedo dejarte.
—Alex no quiero que mi padre...—deja la frase al aire. —No entres.
—Escuchame bien —le digo firme. —No me iré. No insistas. —Levanta ambas cejas, conmocionada por mis palabras. Me veo obligado a darle una explicación:—. Las personas de la cabaña pueden habernos seguido. Quiero protegerte. —Su silencio no me ayuda en nada. —Por favor —insisto.
Cierra los ojos un par de segundos, suspira y asiente, cediendo a mí petición.
—Bien.
—Espera aquí.
Salgo del Corvette y observó mi alrededor, con la esperanza de que no nos hayan seguido. Camino hasta la puerta del copiloto y la abro. Le ayudo a Phoebe a bajar del auto y cierro la puerta. Sujeta mi mano de imprevisto y sus delicados dedos se entrelazan en los míos.
—No me dejes Alex.
—Jamás.
Una inmensa sonrisa se crea en mis labios. Phoebe desconoce lo feliz que me hace escuchar esas palabras. Rodeo su cuerpo con ambos brazos y la estrechó contra mi pecho. Cuando ella me rodea la cadera el ardor recorre mi cuerpo, quemándome. Ahogo un gruñido y ella se aparta. Abre los ojos de par en par al ver la mancha de sangre que su brazo ha causado.
La adrenalina o el instinto de protegerla ha impedido el paso al dolor, pero ahora me invade una oleada de él.—Estás herido —susurra. Levanta mi camiseta y en la oscuridad intenta revisar la herida. —Solo ha rozado, no parece ser grave.
Incluso si fuera una herida grave me daría igual. Tengo que llevarla a casa, sin importar qué. Me bajo la camiseta que ahora tiene unas gotas de sangre y tomo a Phoebe de la mano.
—Vamos.
Sin cuestionar avanzamos hasta la entrada. La puerta se abre sin necesidad de tocarla. Su imponente figura aparece frente a nosotros, con el mismo aire de superioridad que la primera vez que lo conocí. Christian Grey.
Trago saliva, obligándome a desaparecer el nudo de mi garganta y el temblor en la mano libre.—Cariño ¿Quién es?
El rostro de su dulce esposa aparece detrás de él, iluminada por la luz de la habitación. Al ver a Phoebe sus ojos resplandecen y suelta un suspiro. Ana corre a abrazar a su hija y me obligó a soltarla. Concentró mi atención en Grey.
—Sigueme —ordena.
Siento los pies pesados, pero me obligó a caminar detrás de él. Avanzamos por un pasillo y después abre una puerta, me indica que entre y la cierra tras de mí. Me acerco a un escritorio que tiene un ventanal enorme y una vista impresionante. Parece ser una pequeña oficina que tiene en casa. Espero un par de minutos y Grey vuelve. Me obligó a mirarlo, esperando que ya tenga las tijeras con las que me cortará las pelotas. Sin embargo con los jeans y camisa blanca que lleva puesta ni siquiera parece mi jefe.
—¿Qué sucedió?
No sé lo que le ha dicho Phoebe, pero en estos momentos, mentir no me servirá de nada. Decido contarle lo que pasó en la cabaña, los hombres. No cuento a detalle cómo llegamos ahí ni porque nos quedamos, sólo describo al chico de la navaja con el que nos encontramos y Grey me deja hablar.
—¿Es todo? —inquiere cuando me quedo callado. Asiento y él entre cierra los ojos, analizándome. —Tienes sangre en la camiseta —afirma.
Reviso la camiseta. La sangre se ha extendido un par de centímetros, nada tan alarmante, pero justo ahora agradezco tenerla, porque de alguna forma logra convencer a Grey de que estoy diciendo la verdad.
—Ya te puedes ir.
Frunzo el ceño de inmediato por la tranquilidad en la que toma éste asunto. Nos disparan en la cabaña y Grey ni siquiera se inmuta.
—¿Qué es lo que harás? —Me atrevo a preguntar.
Grey me mira sorprendido por mi atrevimiento. Me preparo para escuchar su frío: "No es de tu incumbencia Lexington". Sin embargo nunca llega.
—La voy a dejar ir.
—¿Dejar ir? —pregunto confundido. Grey asiente.
—Se irá de Seattle —explica.
—Está más segura contigo. —Aseguro. —Incluso aquí, yo puedo cuidar de ella. Ayudarte.
—Esta vez no. —Desvia la mirada. —Ya puedes irte.
—Bien. —musito.
Camino hacia la puerta. Una parte de mí quiere volver, no quiere dejar las cosas así. Sí Phoebe está en peligro debo ganarme la confianza de Grey. Debe saber cuánto necesito de ella y que está a salvo conmigo.
—La protejo tanto como tú. —Le suelto, mirando sus profundos ojos grises. —Puedes confiar en mi Grey —explicó sin rendirme.
Los gritos de Phoebe nos desconciertan. Obligándome a mirar la puerta e ignorar a Grey.
—No. ¡No me voy a ir de Seattle! —gruñe. —¡No me pueden alejar de ustedes!
Cuando vuelvo la mirada los fríos ojos de Grey están en mi. Lo entiendo todo, en ese mismo instante mi esfuerzo por ganarme su confianza se hace trizas.
—Largo —ordena. Rendido, obedezco sin cuestionar.
Nos leemos
::Yessi::Gracias.
josimelendez
juliaana95
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lizbethpavontorres9
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La hija de Grey© [EDITANDO]
De TodoA veces para saber bien como termina todo. Primero debemos ver como comenzo. Phoebe Grey. Un nombre muy conocido entre muchos. Con un padre de carácter fuerte y frío. Nadie lo toca. Nadie lo cuestiona. Nadie lo enfrenta. Bueno... eso era antes de Al...