Introducción

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Me he pasado toda la vida negando lo que me gustaba hacer.

Me he pasado toda la vida mintiendome descaradamente a la cara. Creyendo esas mentiras. Haciéndolas mi realidad, cuando lo único que quería... lo único que siempre quise fue ser el viento. Las ramas de los árboles. Las hojas que caen y vuelven a nacer.

Nunca he querido la vida que tengo, y supongo que ese ha sido el quit de todo el sufrimiento y arrebatos de ira y decepción hacia mi misma que he tenido a lo largo de mi corta vida, cuando siento que debería fingir mejor. Actuar mejor.

Ahora me pregunto: ¿por qué debía seguir fingiendo?

Ya les di a mis padres una hija pequeña, si bien no perfecta, que terminó los estudios y que le fue relativamente bien.

Cumplí mi papel lo mejor que pude para no ser una desagradecida, para no ser una hija de la que se decepcionaron, pues de eso estaba llena por dentro, y sentía que les debía intentarlo.

Pero uno se cansa de interpretar un papel.

Yo sé que yo me cansé de interpretar el mio.

Cada vez caigo más fuerte en la tierra cuando me vuelvo a encontrar: a mi, no a la persona que finjo ser.

Cada vez que veo un destello de ella, me cuesta más y más volver al escenario y sonreír, porque cada vez veo ese destello más triste. Más cansado.

Más pequeño.

Y siento que ya no es más que la sombra de lo que alguna vez fui, y que no pude desarrollar.

Y me siento tonta. Inutil. Pues se, en mi corazón, que ese destello tenía una chispa única. un potencial tremendo que nunca pude pulir, y que el tiempo y mi cobardía me arrebataron.

¡Como me gustaría poder ser alguien empoderada, valiente! Mandarme a cambiar con un par de libros y mis ahorros a la otra punta del mundo y empezar de cero, con ese destello como punto de partida.

Pero al final del día se que esas no son más que palabras vacías que me digo a mi misma los días grises, esos en los que el huracán que duerme en mi mente se despierta y empieza a desordenar todo esa mentira que he construido y en la que me digo a mi misma que debo creer para no caer en la locura permanente.

Para no caer en una profunda depresión.

Cada vez me cuesta más controlar ese huracán. Hacerlo dormir. Sin mencionar el tiempo que me lleva ordenar todo el desorden en mi cabeza para volver al ruedo.

Sé que no soy la única. Se que hay más como yo que se callan en vez de hablar.

Que prefieren dormir en vez de ver la salida de un nuevo amanecer.

Que prefieren escuchar música que conversar palabras vacías con alguien más.

Y si... si tan solo la vida fuera patas arriba... si tan solo el mundo no girara en torno a los titiriteros, sino en torno a los títeres rotos guardado en un cajón... ¿no sería ese un mundo mucho más humanizado, más real?

Ciertamente creo que valdría la pena ver eso.

Si la vida fuera patas arribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora