Sentido de pertenencia

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Es curioso como una simple palabra abarca todo y nada a la vez

Pertenencia.

Podría decir que pertenezco a mis padres, pero nunca he creído ralamente eso: más allá de ser las personas que me dieron la vida y me criaron, yo pertenezco a mí misma, y mis decisiones son parte de mis inseguridades y errores, así como también mi valentía y arrojo.

Podría decir también que le pertenezco a la tierra.

Creo que, entre todo, eso no es algo que me desagrade, pero no puedo decir que lo acepto a ojos cerrados.

Pero, ¿y si le perteneciera a mi alma?

¿Y si yo creyera que las almas de las personas, son "seres" que hacen las cosas a su antojo por alguna razón, y que te ponen en la vida que sienten que necesitas, antes de ponerte en otra un poco mejor?

Algo así como superar ciertos obstáculos siendo personas distintas por fuera, pero la misma por dentro, para poder llegar a "ese lugar" donde realmente te sientas plena y feliz...

Es curioso, pero realmente prefiero creer en algo así, en vez de aceptar el hecho de que estoy en esta vida para volverme un títere más en el juego de alguien.

¿Cuántas veces te ha pasado que, de un momento a otro, las cosas se te escapan de las manos?

¿Cuántas veces has deseado ser alguien más?, ¿algo más?

Estar en otra parte...

Desaparecer.

Desde muy niña, siempre he deseado ser cualquier cosa, menos la persona que soy en realidad, y no es que me faltara nada: mis padres siempre han estado para mí, y siempre se han preocupado de que nunca me falta nada...

Pero, aun así, me imaginaba siendo una princesa esperando a su príncipe, o a una guerrera temida que nadie, salvo una sola persona, se atrevía a hablarle y ver qué hay detrás de todo lo que aparentaba ser. Me imaginaba salvando reinos. Peleando en la primera linea de batalla, arriesgando todo... dando mi vida por algo más.

Lo curioso es que siempre, en todos mis locos sueños, un chico viene a mi mente: uno que me da la mano cuando menos lo espero...

Y yo me pregunto, si acaso se puede desear a alguien que ni siquiera existe... Porque el chico no existe. De hecho, nunca he podido distinguir sus facciones.

Y su voz... su voz no es nada que haya escuchado antes.

Pero la realidad... esa arpía que juega con los mortales, me obliga a mantener los pies en la tierra por mucho que lo que yo desee más que nada sea volar.

Flotar por la superficie que tanto daño hace a las personas, y volverme invisible mientras voy desapareciendo de este mundo para llegar a otro; uno plenamente mío.

Donde sea plenamente feliz.

Pero vivimos en un mundo de realidades, (o eso nos han hecho creer), así que me despierto siempre con una sensación de calidez que desaparece cuando recuerdo que no puedo ir donde una amiga y contarle sobre este chico. Sobre este mundo completamente inventado.

Debo admitir que me da muchísimo miedo decirle esas palabras a mi mejor amiga.

Me da miedo, porque se cuál será su respuesta.

Es algo así como una maldición: saber cómo van a actuar las personas con cierto tipo de información.

Saber qué dirán.

Cómo se lo tomarán...

...Y qué harán a continuación.

Pero desde años atrás, sé muy bien quien soy. Y quien realmente nunca quiero ser.

Sé que, así como el aire y el mar nadie los puede controlar, o que la humanidad es un enorme titiritero, yo no pertenezco a este mundo.

Nunca lo he hecho. Y, aun así...

...aun así sigo aquí, en medio de mi obra que pareciera no tener fin. Preguntándome todos los días en el espejo...

...¿por qué?

¿Qué me ata?

¿Qué ata a las personas que quieren volar lejos?

Si la vida fuera patas arribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora