Desempolvando recuerdos

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Todos sabemos que cuando la vida se nos pone patas arriba, comenzamos a hacer un "salón de los recuerdos" con las cosas del pasado, pues la nostalgia es una de las más fuertes emociones del ser humano (a mi parecer), y nos hace recordar cosas que en su momento no fueron tan buenas, como si fueran lo mejor del mundo. ¡Y pucha que queremos volver a ellos!, ¿no?

Si realmente recordáramos todo...

Pero tenemos la mente nublada, así que el resultado es: fotos viejas dentro de una caja. Cartas olvidadas que, al removerla, remueven los sentimientos que hay en el fondo guardados.

Algunas terminan consumiéndose en el fuego, otras simplemente a la basura.

Otras terminan trituradas.

Pero hay otras... esas que tienes toda la intención de botar... hasta que las abres y las lees.

No se cuánto tiempo me quede releyendo la frase de la carta rosada. Esa que tenía una carta sobre otra...

Recuerdo que me sorprendió lo mucho que me conocías, como si no me cupiera en la cabeza que alguien en algún momento me conoció así de bien... pero más que eso, más que cualquier cosa que hayas escrito... fue la frase. Fue ese "amiga, no estás sola. Nunca lo estas".

Me caló tan hondo... especialmente en ese momento de mi vida, que quede en una especie de shock.

Y luego pensé... "tú ya no estás conmigo, ni yo contigo. Y todo se viene a pedazos...y estoy en una ciudad donde hacer amigos siendo yo es complicado".

Porque soy así; porque toda mi vida me he sentido terriblemente sola pese a tener gente a mi alrededor.

Sola, teniendo una familia.

Sola, teniendo una hermana apañadora.

Sola, teniendo un primo que haría cualquier cosa por mí.

Sola, teniendo amigos hermosos, que brillan con la intensidad del sol.

Si la vida fuera patas arriba, caería en esa realidad de lleno, y mi otro yo me pegaría por ser tan tonta.

Si la vida fuera patas arriba... que sencillo sería todo.

Yo estaría feliz arriba.

Supongo que eso es lo curioso de saberse un títere: que, hagas lo que hagas, nunca parece que estés haciendo las cosas por ti, y como nunca parece que estas haciendo las cosas por ti, tiendes a desesperarte y a entrar en pánico, y terminas siendo un títere defectuoso. 

Uno que prefieren guardar en el baúl, pues es muy complicado de manipular. Es muy sensible.

En cualquier momento sientes que se desmoronará.

Así que los usan con cuidado. Como si fuera un animal herido. Y tratan de repararlo, de ver por donde trabajar la madera para hacerlo más firme. Más resistente.

Pero los titiriteros nunca entienden que no es un problema de la madera: la madera esta bien. Es resistente.

Lo que mueve un cuerpo no son los músculos o los huesos. 

Lo que mueve un cuerpo es la voluntad.

La mente.

Y eso, queridos titiriteros, es imposible de arreglar. No importa la cantidad de pegamento o reparaciones que puedas hacerle en el exterior: una mente es una mente.

Un huracán es un huracán.

Y la tristeza, lamentablemente, no se quita con felicidad.

Si la vida fuera patas arribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora