Parte 10 - Perdón de Dios

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—¿Lo recuerdas Jojo? —Pregunta Dio.

—Todas mis memorias son borrosas; Recuerdo la biblioteca, cuando me ayudabas a estudiar y la universidad: Los partidos que jugamos juntos. También...

—Aparte de eso, ¿qué más recuerdas, Jojo?

—Umh... ¿Se llamaba David? No, era algo como Dan ¡Danny! Tenía un perro que se llamaba Danny y aaaa —Jonathan se sujeta la cabeza con fuerza, con los ojos cerrados haciendo un esfuerzo. —¿Una chica? Creo que era rubia así como tú y ella era bonita quizá.

Dio sonríe y Jonathan no lo nota.

—Más importante: podrían rastrearte por eso —Advierte Jonathan —. Solo hay que seguir el rastro de muerte que dejas a cada paso que das.

—Hay quien se ocupa de limpiar lo que queda atrás —Dio responde acompañado de un ademan, restándole importancia. —Más importante, Jojo. ¿No tienes curiosidad por ver lo que resguarda el cielo?

—¿El cielo?

—Ten. Lee esto. —Dio le pasa una libreta a Jonathan. Luce quemada, con manchas que quizá nunca se borren como la suela de un zapato en la portada. Jojo la toma con cuidado: La caligrafía es hermosa, la letra de Dio siempre fue perfecta. —Cuando me creyeron muerto pude recuperar esto de Jotaro.

Jonathan repasa cada una de las páginas con cuidado, es rápido al leer. No le toma mucho tiempo entender y levantar el rostro y mirar a los ojos a Dio.

—Seguramente me viste escribirlo en el pasado —. Asegura y Jonathan divaga: Se muerde el labio y gira la cabeza sin saber exactamente a dónde mirar, sólo sabe dónde no. —¿Qué pasa? ¡Jojo tienes el privilegio de acompañarme a mí, Dio, más lejos de lo que permitiría a cualquiera!

—Sabes muy bien lo que pienso de esto —. Responde Jonathan. Entonces Dio acaricia la mejilla de Jonathan con su mano, buscando que sus miradas se crucen.

—Jojo, tú que has vuelto de entre los muertos y presenciado la verdadera naturaleza de este mundo, —Habla Dio. —¿sigues creyendo que hay un Dios?

—Sí —Admite. —Aún conservo mi fe.

[...]

A Jonathan le gusta mirar el sol salir a la distancia. Hay muy pocas cosas que logra apreciar con la mirada, lejos, donde Dio no pueda romperlas.

Puede levantar su manos y ocultar el horizonte con un par de dedos, cerrar sus ojos y desaparecer de la faz de la tierra, y aún así él permanece inmortal, consciente de que su respirar es un milagro.

Entonces, en el amanecer, cuando Dio va a dormir, pliega sus manos en señal de oración y pide perdón por sus pecados y los de Dio, también ruega por las almas de los muertos que no encuentran el descanso eterno, por aquellos que no hallan el camino al cielo.

Y a pesar de todo, Jonathan es consciente de que Dio no tiene ni va a tener perdón de Dios, pero un caballero tiene momentos en los que debe ser fuerte y luchar, aunque su oponente sea más fuerte y grande que él a sabiendas que va a perder.

Respira hondo y se pregunta si no está pidiendo demasiado y si aquel hombre de blanco lo está escuchando.

Estar sentado en la entrada de una capilla no es garantía de que sus plegarias lleguen a ser escuchadas.

Si gira la cabeza puede ver a Dio durmiendo en el interior de la iglesia, en la sombra, ajeno a sus oraciones. Fueron hasta allí y no había nada, aunque Dio tampoco parecía estar esperando encontrar a algo. Al llegar le pidió a sus  fieles sirvientes localizar al padre de la iglesia.

Enyaba, una mujer vieja que Jonathan recuerda haber visto antes junto a Dio, se había quedado a su lado, a una distancia considerable, mirándolo orar en silencio y en ningún momento dijo nada, ni un solo sonido para llamar su atención. Solo estaba ahí, vigilandolo, como cuando una madre mira a su hijo a lo lejos, asegurándose que no cometan alguna tontería, o quizá, como una madre desconfiada de la amistad de su hijo preferido.

Le apetece levantarse, estirar sus piernas y mirar las flores que crecen en el pasto y los rosales pero no puede. Siempre debe de estar acompañado de Dio, ese era el trato que había hecho.

Es consciente de que Dio sigue siendo el mismo, pero el otro día evitó que matara a un par de hombres que suplicaron de rodillas por piedad. Eso era algo.

Hombre, si Jonathan supiera que después de eso fueron asesinados por uno de los hombres de Dio de un disparo.

Incapaz de acercarse a las flores, Jonathan acerca su mano a las hierbas que crecen a su lado y con el hamon, hace crecer el pasto, pequeñas plantas y flores en las que resalta una amapola.

Una amapola tan roja como la sangre que adorna la iglesia.

"No hay forma de que Dios obtenga la redención de sus pecados" Piensa ". No hay forma de ascender al cielo."

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