Epílogo

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Nadie se esperaba esto, ¿verdad?

Yo tampoco.

Nuevamente, gracias por leer En el Mundo.

[...]

En el mundo hay cosas eternas y él es una de ellas.

Su pasado le persigue lo suficiente para ver a aquellos que alguna vez amó seguir el curso natural de la vida.

Erina sujeta su su mano débilmente; antes de dar su último aliento le dice que sigue siendo el mismo de sus años de juventud y tiene la suerte de tener a un Dio amable y amoroso a su lado  para sujetarlo con firmeza entre sus brazos.

Así la muerte reclama a la mujer que más amo.

Giorno crece lo suficiente y Jonathan está ahí para verlo cumplir su sueño, y por supuesto, Dio esta a su lado, sujetando su mano izquierda adornada por un precioso anillo de boda.

Entonces la muerte acecha al fruto de crianza.

El tiempo pasa y Dio envejece, pero él, Jonathan permanece joven, como cuando la primera vez que piso aquel mundo.

Y la muerte se lleva a quien más le importó.

Ve a todos crecer, saludarlo y despedirse para siempre.

—Viejo, ¿cómo es que sigues con vida? No me malentiendas, te quiero y todo, es solo que... —Balbucea Jolyne —Otra vez, ¿cuántos años tienes?

Jonathan se lo piensa, mirando el techo: —Debo tener alrededor de 160... probablemente.

—¿Cómo puedes ser tan viejo y seguir luciendo tan joven?

El hombre sólo sonríe y no dice más.

Le habló de los stands a Dio una vez recuerda. El rubio lo miró incrédulo y no volvió a tocar más el tema desde que casi destruye la casa con su propio stand.

También intentó hablarle del hamon pero Dio parecía reacio a querer creerle cada que de unas ramas nacían flores o del agua se creaban ondas. "Un truco de magia barato" decía él.

Jonathan afecta el paso del tiempo, pero no de su tiempo y no sólo eso: Dio lo revivió de entre los muertos en el universo anterior por lo que es un ser inmortal.

Podría crear otro universo y continuar allí su vida pero Jonathan no es egoísta y le gusta ver brillar los ojos de Jolyne cada que ve al fruto de su amor con Anasui.

Le gusta salir a caminar bajo el sol y ver los ojos de la gente brillar con ilusión del mañana, reflejando esperanza y alegría.

Y cuando acaba el día, a Jonathan le gusta caminar hacia el cementerio y llevarle flores a quienes conoció antes.

A Jonathan le gusta sentarse en el suelo, mirar las nubes y las estrellas y recordar el rostro de Dio, soñar con el hombre a su lado mirando el mismo cielo que él.

Le gusta contarle a Dio cómo hace las cosas desde su partida, así como lo hizo una vez tiempo atrás: Cuando Dio yacía en su letargo de cien años.

Le cuenta lo mucho que Giorno hizo, lo que Josuke ayudó, lo tanto que George II creo, le relata las historias que Joseph y Caesar solían contarle, el entrenamiento que hizo con Jotaro y sus amigos... Todo en tiempo pasado por que todos ellos ya no están.

Jonathan se levanta, vuelve al sitio que una vez llamó hogar y lo mira por última vez para luego salir de allí dispuesto a buscar un lugar en el que nadie lo encuentre y cuando lo hace, se deja llevar, sujeta sus piernas hacia él y acaricia por última vez la cicatriz en su cuello.

Él se arroja al fondo del mar, sólo que él no tiene un ataud, sólo un peso muerto sobre sus pies.

Cierra los ojos mientras que su respiración desaparece y el no forcejea, entonces los latidos en su pecho se vuelven cada vez más lentos.

El sonido desaparece y logra quedar dormido.

Por que Jonathan sabe que hay belleza en la muerte y él ha de morir aunque pueda abrir sus ojos y nadar hacia la superficie en cualquier momento.

Recuerda una vez que escucho decir a alguien que la gente solo muere realmente cuando es olvidada, y Jolyne va a recordarlo a él, y él va a recordar al resto por el tiempo que él sol brille.

En el mundo hay algo a lo que Jonathan dedicará el resto de su vida y eso es recordar, apartado de todos, hasta olvidar que es un sueño y que es real.

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