Park Sunghoon, había regresado a Seul después de cuatro años, pero no se esperaba algunas cosas, mucho menos encontrar el amor.
Sunoo es un estudiante común quien justo en sus primeros días de clase se mete en un lío lo que lo lleva a la felicidad...
—¡Te dije que te vayas! No te quiero ver, no quiero ver a nadie, ¡quiero estar solo por una maldita vez!
Bien, seguro pronto estaría arrepentido por hablarle de esa manera. Pero ¿qué más podía hacer? No sé podía controlar.
Estaba confundido, triste y enojado.
No dijo nada más, por lo que su madre se dispuso a irse, pero antes le dijo con total seriedad:
—Nos vamos en dos días.
Y así logró que el corazón del pelinegro se hiciera más y más pequeño.
Cuando por fin estuvo solo, pudo desahogarse como nunca lo había hecho. Esta vez sin nadie consolandole, sin unos brazos rodeandole. Estaba él solo, consolandose a si mismo, rodeandose él mismo.
Estuvo tanto tiempo así, hasta que el sueño lo consumió, entonces pudo descansar.
A la mañana siguiente despertó con ojeras, ojos hinchados y dolor de cabeza.
Miró la pantalla de su celular y vio que tenía mensajes de sus amigos.
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