PRÓLOGO

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La primavera inundaba las calles en Japón que, poco a poco, se llenaban de pequeños pétalos rosaceos gracias a las flores de cerezo

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La primavera inundaba las calles en Japón que, poco a poco, se llenaban de pequeños pétalos rosaceos gracias a las flores de cerezo. Era una época antigua, los campesinos hacían lo que podían para sembrar sus huertos, las mujeres se quedaban la gran mayoría de su tiempo cuidando a sus hijos. No obstante, la gente que habitaba aquella maravilla, no tenía consciencia sobre las maldiciones. Sí, aquellas leyendas urbanas antiguas y que solo unas cuantas personas determinadas a acabar con ellas podían verlas a simple vista, honrando los poderes que mantenían sus familias destinadas a permanecer en ese sombrío camino.

Esas personas eran hechiceras, capaces de exorcizar a las maldiciones. Su única misión principal era poder matar al rey de las maldiciones, Ryomen Sukuna y sellar con un conjuro sus restos para que ese sufrimiento pudiera acabar.

Una noche de luna llena como otra cualquiera, una bella joven proveniente del Clan Zenin paseaba por los pequeños caminos que se le ofrecían por la aldea llevándola directamente a un pequeño bosque en donde solían salir a cazar animales para poder comer. La mayoría de gente la saludaba con una gran sonrisa en su rostro, pues eran conscientes de que era la heredera del hombre superior del Clan, casi se le podía considerar una princesa de las sombras.

Muchas veces, durante sus descansos, salía a ayudar a las personas de mayor de edad a realizar sus labores, ir a recoger la comida para ellos. Con solo esas pequeñas acciones la tenían como la más bondadosa del lugar.

La chica se adentró entre los árboles siguiendo otro camino que marcaban unas pequeñas farolas con una vela encendida en su interior para no perderse. Tarareaba una suave canción que le cantaba su madre para que pudiera irse a dormir. Su expresión se ensombreció cuando pensó en ella, era la única mujer a la que quería de corazón junto a su padre, sin embargo, diez años atrás, fue víctima de uno de los ataques provocado por el rey de las maldiciones, arrasando casi todo lo que tenía por delante.

Se desvió por otro sendero consiguiendo llegar a un lago que, excepto ella, nadie conocía ni sabía de su existencia. La mayoría de veces salía por la noche para dirigirse a ese lugar, le ayudaba a relajarse, meditar sobre acontecimientos futuros y practicar su poder. Lentamente, se desnudó adentrándose en el agua sintiendo aquella calidez en su cuerpo. Cerró sus ojos suspirando pesadamente, buscaba encontrar una nueva manera de practicar sus invocaciones, visualizando en su mente varias de ellas.

Susurró para sí misma el nombre del Shikigami al que iba a invocar, pero de pronto, todo su cuerpo se puso tenso al instante al notar una presencia intimidante justo detrás suya. Separó sus manos lentamente para intentar tapar sus pechos con los brazos, pues el agua no era lo suficientemente profunda como para poder taparla.

Se giró lentamente notando como su voz desaparecía por completo. Alzó su cabeza mirando a los ojos al más alto.

-Una hechicera del Clan Zenin... -sonrió maliciosamente tratando de acercarse aún más, no obstante, ella retrocedía -¿Me tienes miedo...? -la muchacha, veloz como un rayo, juntó sus manos invocando a uno de sus tantos Shikigamis para poder atacarle por la espalda, no obstante, el enemigo principal fue más rápido, consiguiendo esquivar el golpe -Juegas sucio. -rió.

-¡Déjame en paz!, ¡márchate, demonio! -invocó a otro de sus Shikigamis fallando de nuevo el ataque -No te quiero volver a ver por aquí. -el de rayas negras alzó las cejas sorprendido por la valentía de la joven. En eso que entre abrió los labios como si hubiera caído en una idea.

-Oh, ¿tú eres la heredera del maestro del Clan?, ahora entiendo porqué tanto potencial -dio una carcajada antes de cogerla del cuello y lanzarla de nuevo al otro extremo del lago -. Pero menudo desperdicio. -su expresión se había vuelto seria, incrédula, casi como si no tuviera sentimientos.

La chica consiguió coger una bocanada de aire mientras que tosía. Sentía la necesidad de salir huyendo, sin embargo tenía que mantenerlo en su lugar para que no se pudiera acercar a la aldea. Así pues, con las piernas temblorosas, se levantó sin importarle su desnudez dispuesta a combatir. Pero, a punto de invocar a otro de sus compañeros sombra, Sukuna decidió alzar sus manos en son de paz, cosa que se le hizo muy extraño a la hechicera. Frunció el ceño aún sin fiarse de supuesto rey de las maldiciones.

-¿Qué es lo que quieres? -el más alto rió maliciosamente antes de pasar por el lado de la chica sin ni si quiera mirarla. Ella estaba quieta, petrificada en su lugar, pero con la guardia en alto.

-Todo tu potencial. -la susodicha se dió la vuelta bruscamente para atacar de la manera más sucia posible, sin embargo, Sukuna ya no estaba, se había desvanecido sin dejar rastro alguno.

Así fue como, desde ese día, las cosas comenzaron a cambiar.

𝑅𝐸𝐼𝑁𝐴 𝐷𝐸 𝑀𝐼 𝑇𝑅𝑂𝑁𝑂 /𝑅𝑦𝑜𝑚𝑒𝑛 𝑆𝑢𝑘𝑢𝑛𝑎 𝑥 𝑅𝑒𝑎𝑑𝑒𝑟/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora