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Me levanté de la cama precipitadamente con la respiración bastante agitada y una gota de sudor recorrer por mi sien. Tosí un par de veces tratando de orientarme y asegurarme de que estaba en mi cuarto. Observé que se mantenían los muebles correspondientes al igual que demás cosas encima de estos. Suspiré pesadamente quitándome la sábana de encima, sin embargo, un dolor forzoso en la rodilla hizo que me quedara quieta en mi sitio sin poder moverme. Pude mirar que, efectivamente, después de aquel golpe se me había hecho un moratón.
Me incorporé con algo de dificultad sintiendo un arduo dolor de cabeza, aquel lugar parecía tan real, sobretodo Sukuna, quien tenía una forma mucho más humana que la que todos conocemos. Su perfil, sus rasgos, su desarrollo corporal era extremadamente perfecto para mi gusto. Su voz ronca, su mirada, sin olvidar tampoco la forma en la que caminaba.
Agité mi cabeza quitándome aquellos pensamientos para luego, dirigirme al baño, en donde una sirvienta me esperaba junto a la puerta con una toalla blanca entre sus manos. En cuanto me desnudé, observó de inmediato la herida en mi rodilla e hizo el amago de acercarse para atenderme, no obstante, le paré haciéndole una señal con la mano.
—Pero, mi señora, eso se ve grave... –espetó con un tono de voz lleno de preocupación, a lo que le sonreí de vuelta para que no se alarmara.
—No te preocupes, estoy bien –me metí dentro de aquella enorme bañera con el agua caliente, consiguiendo que todos mis músculos se relajaran –. ¿Puedes dejarme sola unos momentos?, te llamaré de vuelta en cuanto haya acabado. –la muchacha se inclinó levemente mostrando respeto para luego, salir del baño aún con la toalla entre sus brazos.
Suspiré, necesitaba estar sola y aclarar mis ideas. ¿Qué fue lo que pasó anoche?, se sentía tan real, aquel dolor de cuando me lanzó al suelo con su fuerza. Pensé en Nue, logré a retirarlo a tiempo antes de que se quedara allí encerrado pero, ¿qué hubiera pasado si no lo hubiera hecho? Fruncí los labios desesperada, no podía contarle nada de esto a mi padre o acabaría metida en serios problemas.
Jugué un poco con el agua que resbalaba por mi piel mientras que me encogía de hombros pensativa. Ojalá no me hubiera cruzado con el rey de las maldiciones, no estaría pasando nada.
Rato más tarde, ya me encontraba reunida con mi padre en la gran sala de reuniones. Allí podíamos observar una maqueta a tiempo real de nuestra aldea como si fuese magia, que estaba rodeada por una barrera anti maldiciones. Nos quedamos un buen rato analizando la situación de cada persona. Como siempre, no había ninguna novedad, con lo que nos pudimos alejar para poder entrenar.
Tapé un poco la herida en mi rodilla antes de presentarme en el campo de entrenamiento, podía ser que dentro de la mansión se podía disimular un poco, no obstante, a la luz del día estaba demasiado expuesto, con lo que se podía notar fácilmente.
Mi padre me entrenaba diariamente con el propósito de matar a Ryomen Sukuna y así que las futuras generaciones pudieran vivir en paz, sin maldiciones, sin más muertes. Soy consciente de que nuestras hazañas acabarían de boca en boca hasta que en un futuro lejano, nuestros logros se desvanezcan.