Abrí mis ojos lentamente sintiéndome desorientada. Poco a poco reconocí que estaba en mi cuarto, tumbada en mi cama, con un paño de agua caliente cubriendo mi frente. Di un pequeño quejido en cuanto comenzó a darme pinchazos la cabeza.
—¡Por el amor de todas las sombras, estás bien! –mi padre se abalanzó sobre mí dándome un abrazo reconfortante. Pocos segundos más tarde, se separó de mí para mirarme fijamente a los ojos visiblemente preocupado –, gracias al cielo que volviste sana y salva. –le sonreí dándole a entender que estaba bien. De pronto, unas pocas personas se adentraron en la habitación, incluyendo al niño que yo... Sukuna, salvó de aquella maldición en el bosque.
—Te estamos eternamente agradecidos –me dedicaron una grata bienvenida –, gracias por salvar a nuestro niño. –el crío se acercó a mí para darme un abrazo.
—Tu lobo... El blanco... –susurró tristemente observando sus manos, como si toda la culpa se la echara encima –Lo siento... No pensé que fuera tan peligroso... –sonreí con ternura acariciándole la cabeza.
—Tranquilo... Sigue conmigo, no te preocupes. –y era cierto, en cuanto uno de los lobos se moría, la fuerza se la traspasaba al otro como una fusión volviéndose aún más fuerte.
Después de un buen rato de charla, decidieron salir del cuarto para dejarme descansar. Miré el techo fijamente sin saber que hacer, aunque tampoco tenía fuerzas para poder hacer gran cosa. Lo único que pensé era en dormirme, en aparecer en el dominio de quien me poseyó.
Pero, ¿porqué mantenía aquella idea en mi cabeza?, ¿será porque realmente me agradaba su irritable presencia?
Fruncí los labios antes de cerrar los ojos dejando pasar aquel ruido de los pájaros al silencio absoluto.
Un contacto cálido rodeaba mi cuerpo, me notaba aliviada, descansada, como si estuviera en el lago que solo yo conocía. De inmediato pensé en el rey de las maldiciones quien residía en mi interior. Las facciones de su rostro, eran irremediablemente perfectas como el mismísimo demonio.
Sonreí inconscientemente acabando de acurrucarme mientras que en mis fosas nasales se adentraban un aroma muy familiar.
—¿Qué es lo que te hace tan feliz, mocosa? –mi corazón dio un salto al escuchar su voz tan cerca de mí. Abrí los ojos como platos sorprendida porque había aparecido justo en los brazos de él. Estaba sentado en su trono, aguantando mi peso sobre sus brazos y piernas. Completamente avergonzada, quise moverme repentinamente para que me soltase, no obstante, este ejercía fuerza –No trates de moverte, ahora pagarás las consecuencias por aparecer justo aquí.
Sin embargo, no hizo absolutamente nada, se quedó quieto manteniendo la fuerza para que yo no me pudiese escapar. Parpadeé un par de veces asimilando la situación.
—¿No me vas a matar...? –me miró a los ojos con una pizca de aburrimiento.
—¿Te crees que es porque me das pena?, ¿porque me importas?, te equivocas, no te puedo dejar morir ya que si mueres yo también lo hago, es todo por puro beneficio propio. –aquellas palabras se metieron en mi pecho como cuchillas muy afiladas, seguía sin entender el porqué albergaba esos sentimientos. Jugué con mis manos algo nerviosa.
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𝑅𝐸𝐼𝑁𝐴 𝐷𝐸 𝑀𝐼 𝑇𝑅𝑂𝑁𝑂 /𝑅𝑦𝑜𝑚𝑒𝑛 𝑆𝑢𝑘𝑢𝑛𝑎 𝑥 𝑅𝑒𝑎𝑑𝑒𝑟/
Fanfiction𝐸𝑙𝑙𝑎 𝑝𝑜𝑑í𝑎 𝑠𝑒𝑟 𝑙𝑎 ú𝑛𝑖𝑐𝑎 𝑒𝑥𝑐𝑒𝑝𝑐𝑖ó𝑛 𝑒𝑥𝑖𝑠𝑡𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑒𝑛 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑈𝑛𝑖𝑣𝑒𝑟𝑠𝑜, 𝑠𝑖𝑛 𝑠𝑎𝑏𝑒𝑟 𝑚𝑢𝑦 𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢é. 𝐴𝑙𝑏𝑒𝑟𝑔𝑎𝑟 𝑛𝑢𝑒𝑣𝑜𝑠 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜𝑠 𝑒𝑛 é𝑙 𝑒𝑟𝑎 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑐...