CAPÍTULO 1. 1 ACTO

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-Junta las manos así, visualiza -espetó susurrando mi padre ayudándome a entrenar -

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-Junta las manos así, visualiza -espetó susurrando mi padre ayudándome a entrenar -. Concéntrate en el objetivo, eso es... -una aura comenzó a resonar por todo mi ser sintiendo un escalofrío recorrer por toda mi columna vertebral. A punto de soltar mi energía, se me vino a la mente aquel día, de hace dos semanas, que me topé con el rey de las maldiciones mientras que estaba en ese lago.

Di un suspiro lleno de abatimiento, si continuaba así no lograría sacar todo mi potencial. Miré mis manos con una expresión bastante seria, realmente me intimidaba, con solo su presencia me hacía retroceder, sentía miedo. Mi padre me rodeó los hombros un poco lamentado por mi extraña actitud, obviamente no le había contado lo que sucedió con Sukuna, si no una nueva guerra se libraría acabando de destrozar lo que ya estaba medio derrumbado.

-¿Y si realmente no estoy hecha para ser la siguiente superior? -el hombre me observó apenado a la vez que me apretaba más contra él -Sé que soy tu heredera, pero aún así...

-No digas esas cosas, eres mi hija, por supuesto que estás hecha para ser la siguiente en tomar las riendas de este Clan -me dio un cálido beso en la frente -. Por ahora deberíamos descansar y comer algo, llevamos desde temprano entrenando.

Nos adentramos en la enorme estancia que se nos albergaba en frente de nuestras narices dirigiéndonos directamente hacia unos enormes pasillos rodeados de gruesas columnas. Nuestra propiedad no era un palacio, si no más bien una gran mansión que, desde la última guerra, tardaron años en volverla a reparar, puesto que habían muchos daños. Dos guardias se inclinaron levemente hacia nosotros en señal de respeto en cuanto entramos a la sala principal, en donde nos sentamos cómodamente en el suelo sobre nuestras piernas en frente de una pequeña mesa de madera oscura.

Segundos más tarde, una chica, que a decir verdad era muy atractiva, se acercó con dos boles llenos de comida nutritiva dejándolos encima del mueble que se presentaba en medio de entre mi padre y yo.

-Itadakimasu. -dijimos al unísono juntando nuestras palmas antes de empezar a hincarle el diente a la comida. Olía de maravilla.

Sinceramente, llevábamos una vida de lujo, ayudábamos a los que más lo necesitaban, teníamos curanderos de gran calidad, cocineros que llevaban mucha experiencia pasándose recetas de generación en generación, guardias dispuestos a arriesgar sus vidas por la de nosotros, población que de vez en cuando subían una gran reta fila de escalones solo para darnos ofrendas. Sonreí, era un sitio maravilloso.

Me paré a pensar en lo que me dijo Sukuna, ¿qué habrá querido decir con que quería todo mi potencial?, era algo tan misterioso que me entraban ganas de ir a preguntarle yo misma.

Acabé de engullir la comida para luego, levantarme e irme hacia la salida, dejando que mi padre terminase de comer tranquilamente. Me dejaba total libertad, ya tenía veintiún años, con la condición de que no me alejara mucho de la aldea, y con la prohibición de adentrarme en el reino de las maldiciones, pues eso me supondría llevarme directamente a la muerte.

𝑅𝐸𝐼𝑁𝐴 𝐷𝐸 𝑀𝐼 𝑇𝑅𝑂𝑁𝑂 /𝑅𝑦𝑜𝑚𝑒𝑛 𝑆𝑢𝑘𝑢𝑛𝑎 𝑥 𝑅𝑒𝑎𝑑𝑒𝑟/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora