Recuerdos Perdidos

Capítulo 4. ARREPENTIMIENTO

Víspera de navidad

El clima frío penetró en sus huesos durante el camino a casa de Eva y Mateo. La caminata la ayudó a calmar su corazón y pensar los últimos detalles para su plan. Desayunó en el Calderon Chorreante, era la primera vez en mucho tiempo que su primera comida del día no era acompañada por un vaso de whisky de fuego. Hanna Abbot, quien era la reciente propietaria del local se sorprendió al verla bajar a desayunar al establecimiento.

Esperaba que al llegar a su piso Nayeli no se encontrara ahí, le preocupaba que después de lo que pasó la mujer hubiera causado algún desastre en su departamento. Amaba su departamento, significaba mucho para ella, era el primer lugar que podía considerar como su propio hogar. Si Nayeli causaba algún destrozo, lo que más le importaba estaba resguardado con medidas de seguridad que al propio banco de Gringotts sorprendería. Sus cuadros eran lo más importante de todas sus pertenencias. Los que había pasado días y largas noches pintando. Valentina amaba sus pinturas y sus dibujos, habían pasado largas horas recostadas a la orilla del lago durante los años que estuvieron juntas en el colegio, Valentina apoyada en el tronco de uno de los árboles mientras con una mano sostenía su libro y con la otra acariciaba el cabello de Juliana, quien se recostaba en el césped a dibujar con su cabeza en el muslo de Val. Pintar se había convertido en el único consuelo tras su ausencia.

La habitación estaba protegida con varios encantamientos haciendo imposible el acceso, solo dos personas podían entran sin ningún problema o accidente inminente. Lo único que le faltaba era encontrar a Nayeli desmayada en el pasillo de su piso.

Por suerte, al llegar a su departamento no había ningún rastro de Nayeli, se dio un baño e intentó terminar su último cuadro. Había pintado a Valentina con la espalda desnuda mirándola por sobre su hombro con esos hermosos ojos azules que podía hacer flaquear sus piernas, se mordía los labios sin borrar su sonrisa. Era la imagen que le gustaba de su Val, un poco de misterio, un deje de sensualidad y el brillo del amor que se reflejaba en su mirada. Esa era la chica de sus sueños y se la habían arrebatado de la forma más cruel.

Acomodó su bufanda mientras seguía su camino, Juliana necesitaba ayuda para llevar a cabo lo que había planeado, pasara lo que pasara no dejaría ir a Valentina sin pelear.

Existía un gran riesgo, quizás Guille tenía razón debieron decirle la verdad desde un principio. Pero, ¿cómo podía decirle la verdad, si sentía que Valentina casi moría por su culpa?.

Tocó la puerta principal de la mansión, la elfina de Mateo y Eva abrió la puerta, sus ojos saltones se hicieron más grandes con ligeros saltitos de felicidad, había pasado mucho tiempo desde que la "Juls de la ama Val" los visitara.

Juliana le sonrió, los elfos que trabajaban para la familia Carvajal la adoraban. Juliana y Valentina veían a las pequeñas criaturas que trabajan en las propiedades de la familia como seres valiosos e igual de importantes que un mago, un duende, un centauro o cualquier ser mágico. Ante la mirada de las chicas todos eran seres valiosos, dignos de respeto y compresión. Lo que provocaba que los elfos de la familia adoraran a las chicas.

La elfina acompañó a la biblioteca a Julian, donde se encontraban los amos de la casa. Eva al verla, no le dio a la pequeña elfina tiempo de anunciar a Juliana ni despedirse.

-¿Dónde estabas? – Preguntó Eva apenas lo vio, se veía intimidante con una mano en la cadera y con otra apuntándole con su varita, justo enfrente de su nariz. La hizo sentir como una niña siendo sorprendida tras alguna travesura.

-Tranquila Eva. - dijo Juliana, pasó al interior de la habitación, donde saludó a Mateo mientras se sentaba en uno de los sillones de la biblioteca - Necesitaba estar sola para aclarar mis ideas. – contestó Juliana encogiéndose de hombros. Tenía el cabello alborotado después de quitarse su gorrito y la bufanda, tenía la sobra de ojeras y con el cabello revuelto, se veía fatal a juicio de Eva.