Capítulo 16: Amor Verdadero

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 16: "Amor Verdadero"

- Kagome... Kagome...

Sango sintió un nudo en la garganta al ver de pronto como su amiga se había quedado, luego se mordió los labios ¿Qué había hecho? Aferró más su mano a su hombro intentando decir algo más... más... ¿consolador? Miroku tenía razón ¡se estaba entrometiendo demasiado en los asuntos de Kagome! ¡Ella y su lengua! Pero es que... ese Inuyasha... ¡toda la culpa era de él!

- Kagome... escúchame... sin importar lo que haya pasado...

De pronto la escritora la miró fijo. La Jefa de Diseño se atragantó sin saber qué más decir.

- Inuyasha me ama. Lo sé- Musitó, con los ojos casi rojos de tanto soportar las lagrimas. Hizo una mueca y salió impetuosa de la oficina. Su amiga corrió tras ella.

- ¡Kagome! ¡Kagome espera! ¿A dónde vas?

La joven escritora se acercó a la oficina de Inuyasha. No estaba pensando muy bien las cosas, sólo quería... ¿qué? Verlo, comprobar si en verdad la estaba utilizando, mirarlo a los ojos y descubrir la verdad que... la verdad que tanto temía desde el principio.

Kagura quiso detenerle el paso pero la chica la empujó tan fuerte, que la delgada mujer chocó con fuerza en la pared. Arrugó la frente enrojeciendo de humillación.

- ¡El señor Taisho no esta aquí!

La escritora respiró profundamente, sin saber qué hacer, o pensar. Sango le tomó el brazo y la miró ansiosa.

- Escucha Kagome... no vale la pena... Inuyasha... él... – Ya no sabía qué más decir. Cada vez se cuestionaba más lo que había hecho. Kagome estaba muy pálida y tenía la frente perlada de sudor. Sango pensó que hasta podría tener fiebre.

- Él... no pudo hacerme eso...- Murmuró otra vez casi atragantada de dolor.

Kagura entonces sonrió malvadamente, clavando sus ojos en ella.

- ¿Dice que no se acostó por conveniencia?- Las mujeres de inmediato la observaron, sorprendidas, ésta sonrió más - Yo misma lo escuché... hablaba con la Sra. Kaede. Lo escuché todo. Él se jactó de eso. Dijo que así usted escribiría mejor.

Kagome creyó que estaba cayendo a un abismo, cada vez más al fondo. Le dolía demasiado el pecho, el corazón, la garganta, pero no pudo llorar porque irónicamente no podía. Respiraba tan fuerte que Sango creyó se estaba asfixiando, se acercó nuevamente a ella intentando... intentando decir algo, consolarla...

La escritora después de un momento en shock salió nuevamente rauda de la habitación. No quería estar ahí, sentir la mirada de todos los de la editorial, sus risas tal vez burlonas, pensando en lo estúpida y fácil que había sido...

Sango la siguió pero no la alcanzó cuando su amiga tomó el ascensor. Nerviosa y con sentimiento de culpa, bajó las escaleras rogando a Kami para que ella no cometiera ninguna locura...

Kagome estiró la mano para detener un taxi, sin resultado. Parecía que de pronto todo el mundo estaba loco, que la ciudad era una vorágine que deseaba lastimarla, herirla, dañarla. Necesitaba refugio, un lugar silencioso o esconderse, sí, esconderse de la vergüenza que sentía por lo que se decía de ella. "Ingenua", "utilizada", "tonta". Se mordió los labios conteniendo estoicamente el sollozo que justo ahora amenazaba con hacerla flaquear más aun. Pero no podía llorar ahora, no, no ahí. Avanzó un paso con la vista nublada y acuosa, un bocinazo retumbó en sus oídos, gritos insultantes de un taxista, otro bocinazo y ruedas que frenaban chirriantes, una mano que se aferraba a su brazo y la hacía retroceder hacia la vereda. Se sentía aturdida y miró a quien la había salvado de un seguro "atropello". Se le quedó mirando por un momento sin siquiera sentir nada por esa persona que le había salvado la vida.

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