1 - Alexandria Cane y su cofre de secretos

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Me he preguntado en múltiples ocasiones cómo se debe apreciar la vida. ¿Acaso existe un método para acariciar aunque sea una pizca de felicidad en este mundo tan aniquilado?

La respuesta a este cuestionamiento nunca fue evidente, al menos no para mí. Los sentimientos de tristeza o nostalgia se centraban en mi ser y hacían que me viera constantemente acorralada por mi propia miseria.

Pero puede que lo más problemático no sea la agonía en sí misma. Lo que nos condiciona son las acciones que la maldita agonía nos empuja a realizar. Porque así, y solo así, se puede intentar llenar ese vacío inminente que estruja el cuerpo y el alma...

Me vi arrastrada por estas agónicas ansias cuando le quité la camiseta al mejor amigo de mi hermano. En esa habitación, en mi habitación, nos encontrábamos los dos solos. No era la primera vez que nos acostábamos, pero el solo saber que era algo prohibido nos incitaba a elegirnos una y otra vez.

Sentados en la orilla de mi cama, yo sin mi blusa y él con su torso desnudo, nos besábamos sigilosamente mientras nuestras manos exploraban cada parte del cuerpo del otro.

Comencé a sentir en mis pechos ese típico vaivén de caricias que solo él me proporcionaba. Arqueé mi espalda en señal de excitación en medio de sus húmedos besos, y ahí estaba otra vez, besando mi cuello y escuchando mis leves gemidos.

-Siempre empiezas por mis pechos, Reiner. -le susurré al oído mientras él delineada un camino de besos sobre mi cuello.

-No lo puedo evitar. -respondió el rubio mirándome a los ojos- Tienes unos hermosos senos, Alex.

Mi pequeña mente sólo atinó a responderle con una sonrisa y, en mi intento de tratar de besarlo, no hice más que morderle el labio inferior, cosa que al rubio no le agradaba demasiado, ya que siempre terminaba con el labio lastimado.

-Oye, no me hagas tocarte ahí abajo. -expresó hilarantemente Reiner, quien en represalia sostenía mis rosáceas mejillas con una de sus manos.

-Had do qui quiedaz. -respondí tratando de decir "Haz lo que quieras" al tener mis mejillas presas.

Para él, todo ello era un momento de placer dulce y casi tierno. Para mí, era un juego divertido, pero calmado a la vez. Por eso, no me tomaba muy en serio lo que me decía, pero no podía permitirle que llegue ahí abajo, no aún.

Reiner me recostó sutilmente en la cama, no sin antes quitarme el sostén. Comenzó a besar mis senos y, dispuestos a su entera merced, succionaba suculentamente mis pezones como si de un caramelo se tratase.

Sus caricias no cesaban, y mis gemidos ahogados tampoco. Su mano izquierda masajeaba uno de mis pechos, mientras que su mano derecha fue bajando lentamente para acariciar la parte baja de mi minifalda.

Era un intento desesperado de establecer implícitamente que estábamos a punto de hacer el amor. Pero para mí no significaba eso. No. Para mí, íbamos a tener sexo.

Entregada al placer, enredé mis dedos en su cabellera, mientras que mi otra mano le proporcionaba caricias a su entrepierna, que aún estaba cubierta de sus pantalones.

Todo aquello se sentía tan bien. Era tan maravilloso sincronizar mis leves jadeos con sus movimientos. Él arriba, acariciándome y recorriendo su deliciosa lengua por mis senos, y yo abajo, endureciendo su miembro con la sola fricción de mis manos por sobre su ropa.

Los Pecados de Alexandria (Alexandria's Sins) [Levi/Reiner/Porco/Zeke x OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora