Capítulo 7: Choque de espadas

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― ¿Quién ha deducido eso? ―preguntó Peter Pan estirado tranquilamente sobre una roca alta. Los niños perdidos y Thomas lo miraban desde el suelo con los calcetines sucios y mojados de Lottie entre las manos.

― Tommy, pero creo que tiene razón. ¡No la hemos encontrado en ninguna parte! ―exclamó Slightly.

― No la habréis buscado bien...

― Pues buscándola hemos encontrado el tesoro y todo... ―murmuró Curly mostrado una moneda en alto. Peter miró hacia abajo y abrió ligeramente los ojos.

― Los tesoros no tienen patas, era mucho más probable que encontrarais el tesoro que a una mujer adulta que va andando por ahí.

Tommy se acercó e intentó subir las rocas hasta Peter, este se incorporó enseguida.

― Encontramos esto en la playa. Mi hermana no se habría ido por ahí sin mí. Garfio la tiene, estoy seguro ―apuntó.

― No puedes estar seguro, Tommy. ¿Y si te equivocas? Hace ya tiempo que Garfio no trama nada... ―Al ver la mirada inquisitiva de los niños perdidos y de Tommy puso los ojos en blanco―. Vale... Tal vez sería un plan típico de Garfio, pero esperemos que Campanilla regrese para asegurarnos que...

En ese instante, Campanilla llegó volando a toda prisa con su tintineo exaltado.

― ¿Sí? ―dijo Peter escuchando a Campanilla―. ¿Cómo? ―siguió. Tommy miró a uno y a otro, mientras Campanilla hablaba Peter asentía. Luego ocultó su rostro en una mano y pareció estar bastante frustrado.

― ¿Qué pasa? ―preguntó Tommy. Peter saltó hasta donde estaban los niños perdidos y puso los brazos en jarra.

― ¿Qué plan tenéis para rescatar a la mujer?

Tommy sonrió triunfal.

****

Charlotte volvió a notar la espada salir despedida de su mano mientras caía al suelo. Aunque al principio no lo había visto demasiado claro, al parecer el camarote del capitán era más amplio de lo que esperaba, y perfecto para practicar con la espada. Por lo visto, él mismo lo hacía en sus ratos libres. Era la tercera vez que intentaba efectuar correctamente los pasos nuevos que el Capitán del barco le había mostrado, pero eran más complicados de lo que podían llegar a parecer en un primer momento. Su habilidad con la espada no ayudó en ese sentido, pues debía utilizar la mano izquierda en lugar de la derecha.

― ¿Puede recordarme en qué va ayudarme mantener mi mano derecha atada a la espalda? ―preguntó Charlotte mientras intentaba incorporarse a duras penas. Si mover la espada, e incluso moverse ella misma, ya era difícil con una sola mano, levantarse del suelo después de una torpe caída era, sin duda, peor.

― Está acostumbrada a usar la mano derecha para manejar la espada, pero el arte de la batalla va más allá. No solo usará una espada para luchar contra su enemigo, incluso un clavo oxidado, utilizado del modo correcto y con ingenio, puede ser mucho más útil o letal que una espada bien afilada ―aseguró.

― ¿Y eso qué tiene que ver con utilizar una mano u otra? ―preguntó de nuevo logrando incorporarse.

― Del mismo modo que ocurre con el arma que elijas, debes poder utilizar con la misma eficiencia cualquiera de tus manos. No siempre tendrás la mano derecha para salvar tu vida. Es más fácil vencer si tu enemigo tiene menos puntos débiles que elegir.

Charlotte se puso en guardia de nuevo, mirando la espada de Garfio baja y su porte recto. La mano izquierda de la joven titubeó unos instantes, pero solo por el esfuerzo al tener que soportar el peso de tener que levantarse. La espada había caído lejos, cerca de la ventana ojo de buey del camarote. En las últimas horas, Lottie había conseguido ganar moratones, arañazos, caídas y golpes poco afortunados, pero en ninguna ocasión había ganado lo que interesaba ganar; al Capitán del barco. Un poco cansada y enfurecida, Lottie volvió a tirarse al suelo, esta vez con agilidad, y se deslizó debajo de la mesa del capitán, atornillada a la madera del barco. Detrás del mueble, Garfio se volvió hacia ella alzando de nuevo la espada.

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