Capítulo 9: Dientes Afilados

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― Oye, Tommy... ―empezó a decir Charlotte con la voz un tanto trémula―. ¿Cuánto tiempo hace que vienes aquí sin que tanto papá como yo lo sepamos?

Tommy se escondía detrás de las rocas, entre matojo y matojo, tan emocionado por la aventura como ella desanimada por la misma. Al final había cedido ante los caprichos del pequeño y sus extraños amigos, y los había acompañado a esconder el tesoro. El cofre pesaba tanto que tenían que transportarlo entre cuatro chicos, uno de ellos un tanto torpe.

― Desde que papá empezó a llevarte a esos bailes aburridos y yo tenía que quedarme en casa con la señorita Lissette.

Charlotte apreciaba mucho a Lissette, una de las más jóvenes y, por raro que pareciese, experimentadas institutrices que había tenido nunca. Era lista y se le daba muy bien enseñar a los niños. Seguramente era a la única que Tommy obedecía sin rechistar. Llevaba en la familia desde un poco antes de que naciera Tommy, por lo que Charlotte nunca la vio como una sustituta de su madre. Incluso antes de que Daniela enfermara, Lissette ya le había impartido alguna de sus clases cuando era pequeña.

Tras la muerte de su madre, Lissette tuvo que encargarse de Tommy en ausencia de una llevadora. Se ocupó, por tanto, de alimentar e instruir al pequeño desde que nació. Y era lógico que su padre la conservara y evitara cualquier cambio en el servicio.

― ¿Así que mientras yo asistía a esos bailes en compañía de la tía Wendy como mi madrina, tú venías aquí y jugabas durante toda la noche? ―preguntó incrédula.

Aunque su padre había insistido en asistir a los bailes para asegurarse que todo iba correctamente, a sabiendas del carácter impulsivo de la joven, era habitual que entre la alta sociedad inglesa, las jóvenes debutantes fueran acompañadas de una madrina que las presentara como era debido. Charlotte jamás entendió por qué razón para conocer a un posible futuro esposo debía ir acompañada. ¿No se suponía que debía enamorarse o bien entablar cierta conversación? ¿Cómo iba a conocer a su futuro marido si no tenía cierta intimidad con los posibles candidatos? La respuesta a esa pregunta cuando la formuló en privado a su padre logró que tuviera más presente que jamás encontraría el amor ni podría enamorarse nunca.

― No toda la noche, dormía un poco por las mañanas ―comentó el pequeño, taciturno―. ¡Vamos, Lottie!

Charlotte vio cómo salía de su escondrijo junto a los otros niños y correteaban hacia una cueva oscura y silenciosa. Suspiró con cansancio.

― ¿No le resulta emocionante la aventura, o ya ha tenido suficiente siendo prisionera de un "temible pirata"?

Lottie se volvió hacia el muchacho que volaba a cierta distancia del suelo, a su lado. Campanilla revoloteaba cerca, junto a los cuatro niños que custodiaban el tesoro.

― Lo que no me resulta emocionante es la perspectiva de regresar al infierno del que vengo cuando todo esto termine ―comentó aburrida.

Peter se cruzó de piernas y se sentó encima de la roca, pensativo.

― ¿Sabes por qué Tommy quiere volver? ―preguntó con cierta curiosidad. Lottie lo miró un instante y afirmó sin mayor importancia.

Claro que lo sabía. Tenía muy presente la razón por la que Tommy había optado por regresar a casa todas las noches desde que descubrió Nunca Jamás.

― Por tres razones. La primera porque soy su hermana y no quiere dejarme sola. La segunda, porque hace años, cuando era más pequeño, descubrimos a papá llorando sobre la tumba de mamá, en el cementerio privado de la familia, y decidió él solito que no iba a dejar que llorara más. Una promesa estúpida, a mi parecer. Nadie puede evitar que otra persona sufra, solo pude intentar hacerle el dolor más llevadero.

GarfioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora