Capítulo 15: Motín

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El Capitán James Hook, o como en Nunca Jamás lo conocían, el Capitán Garfio, avanzó por la espesura del bosque acompañado de lo que creía que iba a ser una buena idea. Por desgracia, pronto se convirtió en una idea realmente pésima.

Antaño, cuando era un pirata despiadado que saqueaba buques, robaba tesoros de grandes reyes y hacía prisioneros para la venta de esclavos, James jamás había tenido problemas con las mujeres que secuestraba. Sus únicas funciones eran; distraer o cubrir las necesidades de la tripulación, incluyendo las suyas, y ser vendidas como esclavas a hombres o mujeres que estuvieran dispuestos a pagar el precio justo por ellas.

Como Garfio, James no había vuelto a ver a una mujer. Wendy había sido lo más cerca que había estado del sexo femenino, y se trataba de una niña realmente molesta que se había enamorado locamente de Peter Pan. Pero pese a todo lo que había pasado en Nunca Jamás, James pensaba que Garfio solo era un apodo, una máscara, una identidad falsa. Al parecer, Garfio era un pelele mequetrefe incapaz de dominar a una sola mujer.

A cierta distancia, observó a Charlotte esquivar las ramas caídas de los árboles, dando pequeños saltitos, apoyándose en la corteza de los árboles. Sin duda, esa mujer era toda una visión. Su belleza era extraña, mágica. Cerca del mar se asemejaba a una sirena, pero ahora, entre la frondosidad del bosque, era como una ninfa o una pequeña hada...

Su última comparación lo dejó realmente pensativo. ¿Realmente podía esa muchacha ayudarlo a regresar al mundo real? ¿Y de ser así, qué se supone que haría cuando volviera? Habían pasado años desde que fue desterrado. Años en los que no había cambiado ni un ápice. Si bien Peter Pan no podía crecer en Nunca Jamás, él no había podido envejecer. Tenía exactamente el mismo aspecto y la misma edad que cuando llegó.  

            ¿Cómo estaría su padre ahora? ¿Qué sería de la vida que dejó atrás hacía ya tanto tiempo? ¿Se acordaría alguien de él? No del Capitán James Hook, sino de aquel que fue hace tiempo. El honrado comerciante que había ganado una fortuna junto a su padre por medios propios. El joven que aspiraba a tener su propia flota mercante. ¿Alguien le recordaría?

            Suspiró mientras apartaba una rama que Charlotte había dejado atrás tras pasar despreocupadamente. Sus pensamientos se centraron de nuevo en ella en cuanto fijo sus azules ojos en la pequeña arpía. Tendría que haber seguido adelante, sin mirar atrás, dejarla allí en la playa era sin duda una idea mucho mejor. Había cometido el error de secuestrarla y estaba repitiéndolo permitiendo que lo siguiera. Su intención era utilizarla para regresar, pero esa pequeña insolente no tenía la menor idea de lo que necesitaba para volver. Solo existía un modo para él. Por desgracia, no podría lograrlo nunca sin ayuda. Necesitaba un buen motivo por el que quien debía permitirle regresar, le concediera tal deseo. Tal vez la joven era incentivo suficiente... Aunque el precio que debía soportar era demasiado alto, pensó mientras la observaba y recordaba las horas transcurridas.

Había mentido descaradamente, lo cierto era que sí había estado huyendo. No por miedo a la sirena, claro. Temía volver a sentir la necesidad de besarla. Habían estado bromeando, le había tomado el pelo, y su risa había sido música para sus oídos. No podía olvidar que ella era inglesa, una aristócrata, una mujer que, además, estaba prometida. Era evidente que lo que debería haber hecho era correr más, en lugar de alejarse deprisa de la playa.  

            ― ¿Hacia dónde vamos, Capitán?

            ― Dígamelo usted, lady Pirata. No soy yo quien encabeza la caminata.

La joven se volvió bruscamente. Empezaba a acostumbrarse a su ceño fruncido por la indignación, la curiosidad o el desafío.

― Me parece que he hecho la pregunta incorrecta... ―aventuró―. ¿Cómo puedo ayudarle, Capitán? ¿Qué tiene que hacer para regresar?

GarfioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora