Me llamo Clarice Graham. El año es dos mil veintiuno.
Esta es una historia rara.
Estoy algo cansada de repetirla, solo para que sea descartada como un cuento o simplemente una mentira.
La única persona que se sabía esta anécdota tan bien como yo falleció hace años. Y lo último que quiero es que este recuerdo muera conmigo. Así que voy a compartirlo, de una vez por todas, para el que quiera escucharlo.
Recuerdo estar jugando con mi primo en casa de mis abuelos. Ambos éramos solo niños. Mis abuelos habían salido con mis padres y mis tíos, y nos habían dejado solos.
Quedamos en jugar a las escondidas. El edificio era grande y viejo, así que había un potencial ilimitado para escondites. Nos escondimos bajo las mesas, en los armarios, arriba de los armarios, en los baños, las duchas... Y en una de esas, yo corría por toda la casa en búsqueda del escondite perfecto, cuando noté algo extraño.
El techo del tercer piso, hecho de madera, tenía una trampilla. Un cuadrado recortado en el techo. ¡La subida a un ático!
No teníamos ni idea de que eso estaba ahí, y no parecía haber forma de ingresar.
Mientras yo miraba la trampilla, mi primo apareció, buscándome.
—¿Qué estás mirando? ¿Por qué no te escondiste? —me preguntó.
—¡Hay un ático!
—¿Un sótano en el techo?
Me hizo gracia esa definición de ático.
—¡Si, como en las películas!
—¿Qué habrá ahí arriba?
—Ni idea. Quiero ver, pero sola no alcanzo. ¡Trae una silla! —le ordené.
Él, muerto de la curiosidad, se apresuró a conseguir el mueble.
Lo colocó debajo de la trampilla, y yo me subí. Aún no alcanzaba. Se subió él que era más alto, y tampoco pudo. Había una manija al borde de la entrada al ático, si podíamos agarrarla, el resto sería sencillo.
Con ayuda de una escoba, mi primo subido a la silla enganchó la manija y la jaló. La trampilla se abrió, y dejó caer una escalera que casi lo golpea en la cabeza.
Cayó una cantidad ridícula de polvo, y un olor amargo a encierro permeó el ambiente.
Cruzamos miradas un momento. Solo eso bastó para estar seguros de subir.
Primero subió él, y luego yo.
El aroma era húmedo, sucio, asfixiante. La habitación estaba oscura por completo.
Al pisar el suelo, las maderas crujían. Sentí escalofríos repetidas veces. Tanteamos las paredes en busca de un interruptor de luz. Lo encontré, y lo encendí.
Un foco viejo que pendía de un hilo se p, emitiendo una luz tenue.
El ático estaba completamente vacío. No muebles, no cajas, no nada. Solo telarañas por todas partes y... Un libro.
En mitad del lugar, con la tapa cubierta de polvo, un libro tirado.
Mi primo lo recogió, y limpió el frente con su mano, a ver de qué se trataba.
Me acerqué a él, y por encima de su hombro llegué a leer el título.
"Estoy Perdida".
—¿Qué será? —me preguntó.
—No sé. ¿Una novela?
—¿Qué hará acá, abandonada? ¿Todo un ático para un solo libro?
—No sé, a lo mejor es importante para los abuelos. ¡Leelo!
Ambos nos sentamos en el piso de madera. Me pasó el libro, para que lo leyera. Se sentía... Frío. Lo abrí y me aclaré la garganta. Lista para leer.
"Me llamo Athena Blake. El año es mil novecientos ochenta y seis.
La policía local de Silverton, Colorado, me ha pedido que realice una descripción escrita en orden cronológico de lo que he vivido en los últimos días, en orden de ayudarlos a solucionar mi caso. Esta es mi historia".
~•~
Capítulo escrito por Nahuel
ESTÁS LEYENDO
Estoy Perdida
Abenteuer"Hasta el más escéptico va a coincidir en que el mundo es un lugar raro. Nadie tiene todas las respuestas, y muchas veces nos sorprende con su extravagancia. Tal vez es mejor que no podamos ver el panorama completo. Tal vez... No podríamos soportarl...