"Trauma intracraneal.
Esa frase dio vueltas en mi cabeza por minutos que sentí que fueron horas. Decidí salir de la comisaría para tomar algo de aire. La señora de la casa me estaba esperando afuera, lo que me sorprendió. Me pidió que la acompañara a casa para tomar un café, mi cuerpo involuntariamente en un reflejo por no estar sola obedeció.
—Soy Marie Adler —Se presentó, tomó dos tazas de vidrio de su cocina y vertió con cuidado el contenido. Se me hacía conocida de algún lado, aunque no podía recordar de donde...—. Un golpe fuerte en la cabeza, dime, ¿Cómo pasó?
Me veía con ojos curiosos mientras examinaba mi vestimenta, estaba segura que me percibía como una vagabunda, aunque eso era lo menos importante. Mi mente es un caos total, no puedo encontrar las palabras para responder a algo tan simple.
—Eso quisiera saber —Dije en un suspiro cansado, me dio una sonrisa de medio lado y puso su mano sobre la mía, la calidez que emanaba me hizo sentir tranquila—. Ahora mi mente está hecha un caos, no sé qué es lo que pasa.
—Entiendo. Aún no comprendo por qué estabas en mi casa...— Vió con cuidado cada una de las fotografías de sus muebles. Yo hice lo mismo y vi muchas fotografías de un niño rubio de pómulos rojos.
—¿Es su hijo? —interrogué. Ella parpadeó varias veces y volvió la vista hacia mí, su cara reflejaba que no quería hablar sobre él.
—No puedes quedarte mucho tiempo... Está por llegar del trabajo —Puso su mano derecha tras su cuello y desvío la mirada, eso la hacía sentir incómoda.
—Oh, no se preocupe, le agradezco su ayuda —me levanté de inmediato ya que lo que menos quería era provocar problemas para la única persona que me ayudó.
Marie entró a una habitación y trajo con ella una gabardina café manga larga que me entregó para que me cubriera del helado clima.
—Puedes quedarte en la casa que estabas, por unos días. No muevas nada de su lugar —sacó de su bolsillo una llave y me la entregó, la vi con cuidado, no se parecía nada a la que mi madre utilizaba.
No me había dado cuenta que había oscurecido, los faros estaban encendidos así que me apresure para llegar antes de que la nieve empezara a caer. No tenía idea de que hora era.
Con cuidado salí ya que por lo que me daba cuenta no habían retirado una buena capa de nieve del porche, seguí el camino que me había enseñado Marie, hasta que llegue de nuevo a la que se suponía era mi casa. Una gran estructura victoriana, aunque se veía vieja y desgastada era eso lo que le daba carácter, tantos recuerdos en esa entrada, en el césped verde en verano, Derek junto a mi haciendo guerras de agua, o en invierno compitiendo por hacer el muñeco de nieve más grande, mientras mi madre nos llamaba enojada para que entramos por chocolate caliente. ¿Pudo haber sido todo... mi imaginación?
Entré a la casa con ayuda de la llave, aunque me pareció extraño el que no tuviera cuando salí, en ningún momento vi que la anciana regresará a la casa.
—Está cálido — vi con nostalgia aquella decoración sin color y antigua, cuadros de flores pintados a mano y muebles de un solo color, mi madre lo hubiera odiado. El café oscuro era un color que ella consideraba aburrido.
Froté una con la otra mis manos y subí a mi habitación. Todo estaba igual aunque un poco descolorido, las fotos en mi escritorio con mi familia y amigos fueron reemplazados con fotos de gatos y personas que no conocía, aunque en cierto punto una rubia bajita de unos treinta años parecía tener similitud con la anciana que me ayudó.
Después de todo quizá sí es su casa, pero entonces surge la pregunta mayor...
¿Quién soy yo?
Intento por minutos dormir pero lo único que logró es un fuerte dolor de cabeza, como si me apretara con mucha fuerza, cierro los ojos ya que me pesan demasiado.
—Deja de burlarte —Derek hizo un puchero que me hizo reír más fuerte.
—Ven te ayudo —le di la mano y corrí por las servilletas de papel para limpiar su rostro lleno de mermelada de fresa—Eres muy torpe.
—Es por eso que te necesito niña tonta —reímos un poco más hasta que todo estuvo limpio.
Abri de pronto mis ojos llenos de lágrimas. Eso no podía ser producto de mi imaginación, era demasiado real.
Los nervios a flor de piel me estaban matando, no tengo respuestas para ninguna pregunta que surge en mi cerebro, el hambre de madrugada se hace voraz. Me levanto de la cama que pareciera que estuvo vacía por años y me encamino a la planta baja. Paso por una habitaciones llenas de libros antiguos. Uno de ellos llamó mi atención.
"Mi Otra Vida". Me sentí obligada a tomarlo. El hambre pasó a segundo plano. Estaba escrito a mano y con tachones en tinta como si fuera por un joven. Volteé el libro y en la parte trasera había un nombre escrito; Marcus Adler. Toqué con cuidado la pasta de cuero y sentí escalofríos.
Era un libro pequeño, más bien un diario. lo metí en mi gabardina y seguí mi camino. En la cocina no había más que unas viejas galletas y leche echadas a perder. Encima había polvo en todas las superficies. Resoplé. Moví las llaves de gas con esperanza de que respondieran pero no pasó nada. Estoy hambrienta, asustada y estresada. Golpeé la mesa con coraje.
Y de repente, en el silencio abrumador de la casa, destino el sonido de... Pasos.
Corrí de puntillas hasta llegar a la escalera. Intento subir pero es demasiado tarde. Una voz intimidante y grave me hace voltear.
—Espera —dice. Doy media vuelta. Un chico de quizá veinte años y gran estatura está de pie frente a mi. El parecido con aquel niño de las fotos en casa de Marie era imposible de ignorar. ¿Acaso era su hijo? —¿Qué haces en mi casa? ¿Quién eres?"
~•~
Capítulo escrito por Melissa, editado por Nahuel
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Estoy Perdida
Adventure"Hasta el más escéptico va a coincidir en que el mundo es un lugar raro. Nadie tiene todas las respuestas, y muchas veces nos sorprende con su extravagancia. Tal vez es mejor que no podamos ver el panorama completo. Tal vez... No podríamos soportarl...