Capítulo VIII: "Tintes de personalidad"

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"Marcus, inoportuno como de costumbre.

Fingí una estúpida sonrisa mientras se acercaba a mi. Su cabello rubio cenizo desordenado, traía unos pantalones negros clásicos y una camisa azul, a juego con sus ojos. Cerré y oculté el diario bajo el abundante césped.

—¿Qué haces? —preguntó, sentándose a mi lado.

—Solo... veía el Atardecer —Mentí—. Quiero estar sola —le dije, con tono monótono.

—Tu te lo pierdes —dijo, con una sonrisa idiota en el rostro. Se puso de pie, y se retiró.

Mientras lo veía alejarse sentí un dolor punzante en mi cabeza. Recuerdos de mi niñez, olores familiares, el tacto de mis padres... Ni siquiera me di cuenta para cuando las lágrimas caían por mis mejillas. Después de un momento fui capaz de calmarme. Tomé el libro y comencé a escribir.

"¿Qué significa este diario?", escribí con mi mano temblorosa.

"Es algo así como... un nodo. Una conexión, un comunicador", respondió Red. No fue de mucha ayuda.

"¿Y tú de dónde eres?", le pregunté.

"Saben que por protección no deberían compartir ese tipo de información, ¿Cierto?", escribió Blue.

"Cierto", añadió Green.

Que fastidio.

"Entonces cuéntenme; ¿Qué les gusta hacer? No hay problema con compartir eso", respondí a Blue, con la esperanza de que contestaran mis preguntas.

"Eres algo intensa ¿Sabes?", escribió Red. Antipático.

"¿Y tú siempre eres así de arrogante? Como que tu color te corresponde", respondí, riendo.

"No sé porqué me da la impresión de que eres una mujer", contestó.

"Esa es una suposición estúpida".

"Estúpidos los dos", escribió Green.

"No empecemos", escribió Blue.

"Oye, ¿Cómo podría ponernos en riesgo el saber más entre nosotros?", pregunté, confundida.

"No sabemos quién tenga acceso al diario. No sabemos quién está escuchando. Si esa persona tiene intenciones cuestionables, podemos salir todos perjudicados", contestó Blue.

"Supongo que eso es cierto...", agregué, pensativa. "¿Y cuál es su comida preferida?", pregunté, para cambiar un poco de tema.

"Simple, chocolate y más chocolate", dijo Red.

"Una buena lasaña", dijo Blue.

"Oh, Pizza. Sin duda", dijo Green

"Todo eso palidece frente al helado. Ahora háganme una pregunta", escribí, entretenida. Tal vez estaba perdiendo la cabeza, pero me estaba acostumbrando.

"¿Te has enamorado alguna vez, black?", preguntó Red. No me agradaba.

"No realmente. No estoy segura de si creo en el amor, o en que estamos destinados a estar con alguien".

"Y yo que te imaginaba como la princesa de un cuento. Me rompiste la ilusión", agregó Blue.

"Sorry not sorry".

"Creo que te forzaste a creer eso, pero es mentira. Tal vez alguien no te correspondió, y te quedaste frustrada con el amor", escribió Red. Casi pude escuchar su risa burlona a través de sus palabras.

"¿Ah, si? Pues yo creo que estás proyectando tus inseguridades conmigo", contesté.

"¡Ohhh! Lo siento Red, creo que perdiste", puso Green.

"Bajemos un cambio, gente, por favor", escribió Blue.

"Ok... Respondiendo a tu pregunta de antes, estoy en el año mil novecientos ochenta y nueve. ¿Ustedes no?", pregunté.

"Tampoco es buena idea compartir el año en el que estamos", reflexionó Blue.

Genial. Ahora el asesino espacio-temporal me iba a matar.

"¿Más información que puedan darme del libro mágico?".

"Creo que no sabemos mucho más que tu. Solo... Llevamos más tiempo en esto", contestó Green.

Los tintes no iban a decirme mucho más, por lo que decidí hacer caso al psiquiatra y comenzar a escribir lo que tenía que escribir. Adelanté unas diez páginas, y empecé a relatar.

El tiempo se volvió abstracto, casi. Entré en mi zona. Me sentí sola, me sentí abandonada, me sentí aterrorizada. Y todo eso lo escribí.

Tal vez pasé dos horas ahí.

Claro, me acabé cansando. Y tras repasar todo lo que me había ocurrido, sentí que el próximo paso a seguir sería Marcus. Él claramente sabía cosas. Pero claro, enfrentarlo era peligroso. Tal vez había devuelto su libro a la biblioteca. Seguro tenía información útil.

Me puse de pie, guardé mi diario entre mi ropa, y salí decidida a encontrar a Marcus.

Pasé un rato largo en la biblioteca de la casa, buscando el maldito libro, y no parecía estar por ninguna parte. Oí un ruido extraño a un costado. Me giré, y ahí estaba él.

—¿Buscabas esto, Athena? —dijo, con el libro en la mano.

—Marcus, necesito respuestas —lo enfrenté con firmeza, mirándolo directamente a los ojos—. Y no sé por qué, siento que tu las tienes.

—¿Te basas en una corazonada?

—Por favor, solo dime. 

—Tal vez te lo cuente... tal vez no —dijo, con su tono ególatra de siempre.

—Estoy cansada de tus juegos.

—Lástima —contestó.

—Vete a la mierda —bufé. Vacilé a irme a mi habitación, pero me tomó del brazo de golpe, deteniéndome en seco.

—Sígueme —Fue lo único que dijo antes de salir de la casa. Apresurada, seguí su camino. ¿A dónde carajos se dirigía?

Pasamos más de veinte minutos caminando y nada. No respondía mis preguntas.

Cuando por fin se detuvo, analicé mis alrededores. No encontré nada más que un callejón oscuro y lleno de grafitis. Tenía un aura lúgubre. Extraña. Pero pegaba con él. Marcus soltó mi brazo y lo miré extrañada por el lugar en el que nos encontramos.

—Te voy a mostrar algo, Athena."

~•~

Capítulo escrito por Yesibel y Naydelin, editado por Julián y Nahuel

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