XVII (Final de la segunda parte)

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Qué inexorable fue el desgaste emocional del pobre Demian Bathalpath. Sus vigilias diurnas se habían vuelto más que meras pesadillas; eran, de la nada, alucinaciones de las más crueles. A menudo veía a Victoria danzar entre los artilugios de tortura, mientras este emulaba la postura de Jesús por nueva cuenta.

      Otras veces, Charlotte lo dejaba recostado en el potro, atado, y tras haber sido estirado como una soga, él oía claramente cómo unas risas provenían de detrás de las columnas de la recámara. Se trataba de pequeños niños que se burlaban de él, pero solo vislumbraba manitas que se escondían en aquellos rincones de sobresaliente y negruzca piedra caliza.

      Pese a esto, la peor parte no eran los terrores que se mezclaban con visiones y sueños, sino que luego se encontraba profundamente dormido, y era parte de imágenes de lo más gratas; por ejemplo, en una de las tantas tardes que su piel se enrojecía por las infiltraciones solares, Demian se veía en un magnífico campo, junto a su hermano Nikolas. Ambos jugaban en los juncos y chapoteaban sobre el río. La incoherencia del sueño radicaba en que era de día, y, pese a sus condiciones vampíricas, ambos volaban o saltaban sobre los riscos sin recibir daño. Nikolas, que sabía saltar mejor que él, y se mantenía en el aire por más tiempo mientras aprovechaba muy bien las corrientes y abría los brazos, cogió a Demian por el vientre y lo impulsó más arriba, como si le diese cátedra; pero una vez que lo soltó, Demian no pudo detener su caída. El suelo le atraía con una fuerza que no había experimentado jamás. Y una vez que estaba por incrustarse en una roca, el monstruo despertaba con un sobresalto en la garrucha, de cuya cuerda pendía sujetado de las manos, atadas a su espalda. Apenas se encontraba a centímetros del piso, gritaba de horrores.

      El crujido de la cuerda volvía a ser el origen de sus desquicios, y la sensación de ir de un lado a otro, como un péndulo, lo mataba de ansias.

      Aquella noche, después de que Charlotte Ravenhall le hubiera tranquilizado y alimentado con su propia sangre —se la había extraído, pues nada tonta habría intentado que aquel furioso demonio le arrancase un pedazo de su brazo—, Demian quedó a merced del potro. De alguna manera, la malvada condesa se había aburrido de los azotes.

      Con el paso de las semanas, o meses, quién sabe cuánto habría sufrido el vampiro allí, Charlotte volvió a contarle de los niños que Demian había salvado.

      ¡Demian era un héroe anónimo!

      Pero, a pesar de la insistencia de robarle los créditos, la condesa Ravenhall admitió que, si pronto su cuerpo expiraba por un exceso, o una histeria, Demian sería revelado como un nuevo santo. El monstruo ya no respondía con emociones ni negativismos, así que la dejó hablar cuanto quiso.

      En sus posteriores momentos de ofuscación, el nombre de Victoria brotó de sus labios, pues la presentía, creía que andaba otra vez por ahí. Y como lo hizo en la presencia de su captora, esta, al escucharlo, dejó de narrar para comenzar a inquietarse. No había preguntado quién era aquella mujer, sino que también había sido presa de un presentimiento, como si el espíritu de la morena vagara por ahí, clamando justicia.

      Charlotte salió de la recámara de tortura una vez que hubo sentido un viento helado pulular entre los antiguos armatostes. El reloj de la fría y pedregosa galería anunciaba cerca de las doce y media de la madrugada. La manecilla se encontraba congelada justo dos minutos antes del treinta, y el péndulo se había petrificado en una posición recta. El ambiente volvió a enfriarse, como si un fantasma la persiguiera. Comenzó a escuchar ecos de pasos en otros corredores y, agobiada, huyó hacia las escaleras principales, que se encontraban frente al claustro que fungía como antesala en aquel espantoso castillo. Y apareció al final de un túnel una cara flotante, luminosa. Resultó ser la asustadiza cara de su mayordomo más fiel, alumbrada por un quinqué.

Bloody V: Réquiem de Medianoche ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora