El testimonio de Bloody V tomó dos días enteros. Ella no había narrado su historia por sí sola en el estrado, sino que Nathan Holderlock la ayudó gracias a sus asertivas interrogantes. Una vez más el juez Andrew Lockwood dio prioridad a la criatura para que se expresase a sus anchas, a pesar de su renuencia a aceptar los hechos.
—Cuéntenos ahora, señorita Twincastle —procedía él con el interrogatorio—. ¿Cómo es que estos... vorloks, como usted los llama, formaron parte de su vida? Ya sabemos que Demian era un sujeto muy noble, pero... ¿No había chicos malos en su entorno social? Escuse mi terrible hábito de preguntar como doscientas cosas en una sola oportunidad.
Hubo risas tímidas entre el público.
—Demian siempre enfatizó en que la guerra no tenía víctimas, sino bandos con intereses, así como los lores aquí presentes, con pretensiones de mancillar a sus rivales políticos. Una vez me contó sobre su «círculo»—así les llamaban los vorloks a sus entornos sociales—, y me habló sobre que eran personajes a los que estimaba, como su hermano o un niño muy lindo llamado Erlik; que estaban, por otro lado, los vampiros malvados, que le daban a Demian deseos de libertad...
—¿Acaso se interponían entre ustedes, como un amor prohibido?
—Era un poco más complicado que solo una relación shakesperiana.
—¿Quiénes eran estas personas?
—Demian me contó una anécdota en específico que no pude olvidar...
Más allá de Newcastleton, a cinco millas del pueblecito, había un castillo de arquitectura normanda llamado Hermitage, bien conocido por unas leyendas tenebrosas que marcaron su construcción y pasado. La reputación de este inmueble guarecía a sus habitantes del resto de la civilización. Los inquilinos de las renegridas ruinas de Hermitage eran ahora los integrantes del círculo Bathalpath-Stanieslav.
Demian había tenido una de sus mejores mañanas —o madrugadas para él—. Tenía la misión de investigar en los alrededores del norte de Inglaterra, pero de sus obligaciones ni se acordó.
Se había perdido el desayuno, que consistía en carne de oveja en su piel, a la par de un apetitoso cáliz de sangre. Estaba hambriento; iría a su almuerzo, y, poco antes del alba, porque era el turno de su deber, Demian buscaría vacas. Su promesa ya tenía seducidos a sus colegas, y no debía fallarles con alguna de sus ocasionales irresponsabilidades.
Cuando Demian cruzó de la antesala a la torre Douglas, su círculo disfrutaba de los placeres de una francachela. El banquete había terminado: en la mesa de madera reposaban los restos de las ovejas y los utensilios, así como los cálices que todavía derramaban unas cuantas gotitas. A pesar de que ya había terminado el desayuno, un sujeto de semblante lerdo continuaba lamiendo uno de los huesos sobrantes. Aquel hombre era Furkas Stanieslav, un muchacho risueño que adoraba repetir las palabras de su líder, Nikolas Bathalpath, que hacía bromas para los demás.
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Bloody V: Réquiem de Medianoche ©
VampirosInglaterra, siglo XIX. Victoria se alimentaba de la sangre de los mortales y sembraba el pánico en los hediondos callejones de Whitechapel. Hasta los periódicos la apodaron Bloody V. Cuando finalmente es atrapada por Scotland Yard, la élite londinen...