CAPITULO 12

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Al despertar en la mañana, sintió todo su cuerpo moverse sin su permiso, a la deriva y con un solo camino en mente.

Observo a la princesa en cuestión, aun sin respuestas de lo que su aura representaba para ella y sus compañeros en esos momentos. Ingenua a todo lo que comenzaría, tras esa, no señal, más bien, tras ese cartel de letras enormes que decía, esto no es normal.

Lo sabía y lo aceptaba, pero un libro a pesar de que amaba aprender, para ella era la cosa más inútil que podría existir. Si no le enseñaban su contenido con palabras habladas, era lo mismo que peinar un calvo. No sabía de donde informarse acerca de nada que le sucediera. Su única fuente era él.

Snow White escuchándola alejarse no pudo evitar comenzar a divagar sobre el duque que en estos últimos años la estuvo cuidando. Era obvio que se preocuparía, pero no tenía manera de explicar nada de lo que estaba ocurriendo y decir que se metió al castillo de su madrastra a buscar el diario de su padre, para terminar, relatando un desenlace completamente distinto al que pudiese imaginar, lo preocuparía y demasiado. No era capaz de decírselo, sabiendo que el haría de todo por ella y esperaba que aún no hubiese hecho ninguna locura.

Suspiro contra la almohada levantándose a paso lento para acercarse a ese pájaro que Aja tenía. ¿Cuánto tiempo llevaba en esa condición? ¿realmente la bruja no era capaz de hacer algo al respecto? ¿podría ayudarla si le lanzaran una maldición a ella? ¿es que acaso esos zapatos no eran ya una especie de maldición? Tenía un huracán en su cabeza y por más que quisiera, no podía evitarlo.

Miro los zapatos aun al lado de la cama que le cedieron para pasar la noche y su corazón se hundió cuando pensó en la gran ventaja que obtuvo el mismo día que se los puso. Un cuerpo y piel perfectos, siete enanos guerreros y una bruja con disposición para ayudarla, la amabilidad de las personas. ¿Era esto realmente una maldición? Las maldiciones son el precio a pagar por una acción. Ella no había hecho nada malo y la mayor parte de su vida, recibió cierto rechazo, pero, no de todos.

Aja tomo su capa y se lo coloco, apenas estaba amaneciendo, la luz del sol con suerte y aclaraba la oscuridad. Quería despejar su mente.

La princesa parecía ser más razonable e inteligente de lo que pensaba o eso creía. La ayudaría, no podía dejar que tras el descubrimiento que tuvo anduviera sola detrás de Merlín. Ella lo quería, pero le ardía la sangre pensar que pudo llegar a ese punto, ya era un idiota, nunca creyó que pudiera llegar a más. Y además debía pedirle ayuda.

Su orgullo le gritaba que retrocediera y solo hiciera de perrito guardián con la princesa, pero eso tampoco la beneficiaba. Ella protegía, de maneras inimaginables cuando se lo proponía. Perrito guardián es lo mismo que ser uno faldero y no quería hacerlo. Eso tocaba su egocentrismo.

Luego de una larga caminata llego a su zona de entrenamientos y tomo asiento en el pasto maltratado, con las piernas entrelazadas. Respiro profundo una y otra vez, pensando seriamente su siguiente movimiento. Comenzando por lo ofendida que la hizo sentir el hechicero la noche anterior. Terminando en Red Shoes y sus palabras "Pienso que son personas muy generosas al ayudar a personas que no conocen"

Esa era ella. Ella era la personificación de esa frase y por eso no podía apartarlo de su cabeza. Recordaba muy bien ese día y los gritos que su propia boca soltaba.

Encontrarlos fue pura casualidad, azares del destino, tal vez, o tal vez no. No importaba como lo viera, él la salvo de su propia muerte. Su día final, según su progenitora. Ese día había sido todo un trauma y era incapaz de recordarlo sin que sus pelos se pusieran de punta y todos sus sentidos se alertaran a cada pequeño detalle. Al menos, los que funcionaban correctamente.

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