CAPITULO 8

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Arthur, Merlín, Hans, Jack, Pino, Noki y Kio no tenían ni idea de lo que enfrentarían ese día, era posiblemente igual que las demás. Se hacían los héroes, salvaban a la damisela en peligro, ayudaban al pueblo afligido y luego festejaban sin más. Era su rutina y estaban acostumbrados a eso, siempre lo mismo.

Sin embargo, estaban tan sumidos en esa mala idea que tenían hacia la mujer, puesto que siempre estaban las que los complacían y estas siempre debía ser hermosas, con una figura delgada, mucho mejor si era una princesa. No se daban cuenta que de nada servía su belleza si no tenían un corazón noble.

Ese mal pensamiento fue un error muy grande de su parte, un error que los marco, en lo que se convertiría su última misión.

Dentro de la casa de los siete Aja tardo un poco en entrar en confianza con el pequeño Tobías, quien se asustó al ver que la chica ciega tenia magia en sus venas, ya tuvo una mala experiencia con la magia y le costó confiar en la azabache. Le curo las quemaduras de sus piernas y un rasguño que tenía sobre la mejilla derecha, las cicatrizo completamente con ayuda de su magia, la desgasto bastante, pero se sintió mejor cuando pudo escuchar al niño finalmente sin llorar.

Bárbara por otro lado Jack la había acomodado sobre el sofá, ya que si fuera por Aja la había dejado en el suelo. Se sentía mal por celar de esa forma a sus amigos, pero hasta ahora no le había caído bien ninguna de las oxigenadas que habían traído, eran muy poco evolucionadas para su gusto.

–Tu que dices que hacemos con ella pequeño. –Señalo con su dedo a la joven dormida. El niño miro detenidamente a la pelirroja frente suya, se encogió de hombros y suspiro negando–. Si... yo tampoco sé.

– ¿Despertara? –Pregunto con una voz tierna.

–Claro que lo hará. –Respondió rápidamente Aja–. Solo debo despertarla de la misma forma que la dormí, pero no quiero hacerlo ahora. –Se encogió de hombro.

Convido al niño un poco de la tarta de Hans, intentando que no estuviera tan paranoico. Quería volver a su pueblo, pero Aja no se lo permitiría hasta que los siete regresaran, era peligroso y él era solo un niño de ocho como máximo, sería como meterlo en la boca de un lobo, habiendo ya llegado con quemaduras y rasguños.

Las horas pasaban y luna ya estaba en lo más alto del cielo. Aja comenzó a preocuparse por sus compañeros, Tulpa estaba a tan solo dos horas a pie de la casa y estos había ido a caballo. Bastante tiempo había pasado de su partida y estaba a punto de decirle al niño que la guiase, pero eso solo involucraría al niño en un peligro y ella no podía pedirle que le guie hasta los chicos, una vez allí.

La impotencia nuevamente la consumió y no fue hasta que llego la madrugada del día siguiente que volvió a verlos, pero hasta una ciega como ella pudo notar el gran cambio de estatura y complexión que tuvieron. Al principio los ataco, porque pensó que eran algún estilo de intrusos, pero cuando vio el rayo que Merlín uso, fue todo muy evidente.

Fuera de la casa con las manos a la defensiva para hacerlos volar si quería, se quedó en shock mirando atentamente a siete pequeño frente a ella, estaba frustrada nuevamente por no poder ver, quería saber que karajos paso, que era lo que tenía enfrente, era imposible que fueran ellos.

– ¡No se muevan! –Grito.

–Aja basta. –Jack no tenía ganas de nada–. Somos nosotros.

–Eso..., eso no puede ser posible.

– ¿Qué colores ves? –Pregunto Pino sin moverse de su lugar.

Los colores que Aja veían eran los mismos de siempre, rojo, amarillo, violeta, naranja y tres azules. Entonces bajo las manos, su rostro se suavizo, el niño que anteriormente estaba con ella, salió corriendo de la casa y se detuvo, escondiéndose tras sus piernas

Colors | MerlinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora