CAPITULO 7

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La puerta se abrió bruscamente dejando pasar a una chica de ojos blancos hecha furia. Sin embargo, dentro de la casa distinguió un halo de luz azul al lado de otro amarillo que la hizo rodar los ojos.

Sabía que no era de Pino, Noki o Kio, porque principalmente, estos nunca se separaban y segundo, esta tenía una figura femenina.

Ay no puede ser. –Dijo continuando su camino hasta la cocina.

Paso de largo ignorando el comentario de la chica hacia Jack, en donde le preguntaba si quien era ella. Arthur llego segundos después siendo interrogado con la mirada del rubio, queriendo entender porque la actitud de su amiga estaba más costrosa que antes, asimilando de apoco al darse cuenta que Merlín no regreso con ellos. El oji-azul de pelo oscuro se encogió de hombros mientras cerraba la puerta. Saludo cordialmente a la invitada de Jack y se alejó siguiendo a Aja.

Hans se sobresaltó en la cocina al verla entrar dando un suspiro que la podía dejar sin aire. Se acercó a la heladera y saco una jarra de agua fría, estiro un vaso de la fiambrera y lo lleno con el contenido de la jarra. Arthur cruzo la puerta mientras esta llevaba el vaso a sus labios viéndola ahora cruzado de brazos.

– ¿Merlín no vino con ustedes? –Pregunto Hans inocentemente mientras esperaba que su tarta terminara de hornearse.

–De seguro fue con su zorrita de turno. –Rio irónica la chica.

Dejo el vaso y la jarra junto a la mesa, comenzando a caminar hacia la puerta para salir de la cocina y encerrarse en su habitación con una dormida Uma. Arthur estiro el brazo cubriendo la puerta para que esta no pudiese salir haciendo que la chica lo amenazara con sus ojos blanquecinos.

–Arthur, déjame pasar.

–No, Aja, tenemos que hablar seriamente sobre tu comportamiento impulsivo.

– ¿Qué ocurrió? –Pregunto ahora Hans, uniéndose a la conversación.

Aja rodó los ojos y fue a recostarse por una de las paredes contrarias a los dos chicos, dejándose resbalar hasta llegar al suelo, masajeando su hombro izquierdo.

–No hice nada, tú lo viste. –Se apresuró a quejarse–. Me ataco con sus rayos y luego exploto.

–Tú también explotaste Aja, acéptalo.

– ¡Me ataco!

–De eso se tratan tus entrenamientos. –Suspiro masajeando sus pómulos, buscando las palabras correctas para hablarle, Arthur con las palabras podía ser muy poco sensible. Aja se limitó a mirar sus rodillas, mientras que Hans entendía de a poco lo que había ocurrido, para dar su apoyo moral si lo necesitaban, pues ya se encontraba allí y correr seria muy estúpido–. Mira, nose que es eso de trabajo de sombras, pero hasta ahora entre todos lo único que hemos hecho ha sido cuidarte. Eres nuestra hermana, te juro que haré de todo para que te devuelvan el sello si eso va a hacer que te perdamos.

–No es eso, es solo que... –Bufo y abrazo sus piernas.

Arthur se iba a acercar a ella, pero la mano de Hans lo detuvo y con un asentimiento de cabeza este había entendido lo que quería decirle. Retrocedió un paso y Hans se acercó a la chica, se agacho hasta quedar a su altura y se sentó frente a sus piernas viendo como esta no despegaba la cabeza de ellas.

Se acomodó su cinturón y la observo con detenimiento. Aja había estado comportándose con ellos como esa primera semana en la que llego a la casa, renegada y sin ninguna orientación por culpa de su ceguera. En ese entonces no la entendía, pero ahora sí y sabían cómo actuar cuando se sentía que aquella forma, porque conocían la facilidad con la que podía su ceguera hacer que se estresara tres veces más de lo que debía.

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