Capítulo Dieciocho

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—Esta chiquilla malcriada se quiere ir—contestó mi madre lo que provocó muchos insultos por parte de mi padre diciendo lo ingrata que era.

—Maldita estúpida—alzó su mano para golpearme pero mis palabras lo detuvieron.

—No te atreves a pegarme de nuevo porque entonces no dudaré en denunciante. Te has pasada la vida diciendo lo inútil que soy que regañanadome por cada cosa que hacía mal. Golpeandome para desahogar tu ira—sollocé, pero limpié mis lagrimas de inmediato—Pero eso acabó aquí. Porque ya no seré más la niñita que corría detrás de sus padres para que le dieran atención, ella murió el mismo día en el que me levantaste la mano por primera vez. Ahora tengo a un padre que si me ama y él nunca me culpará de nada tan sólo me consolará. A ti te diré lo mismo que a mi madre, si algún día cambiadas de opinión búscame, tienes más de una hija.

Salí arrastrando mi maleta y dejándolos atrás. Dolía pero tenía que ser fuerte. Dolía, pero no me dejaría vencer. Caminé unos metros más encontrándome a mi hermana en su silla de ruedas arrancando flores del jardín delantero.

—Lo he escuchado todo—dijo y me detuve—No sabía que papá se había saltado el semáforo por eso siempre creí que...

—Me culpaste porque ellos me culpaban—comenté aflijida al ver el rostro confundido de Grecia.

—Si, lo hice. Yo estaba tan enojada que sólo me concentré en mi propio dolor y quería que tu también te sintiera un poco desgraciada, perdón—lloró, es fue la primera vez que me habló de forma sincera—se que nada de lo que te diga cambiará lo mal que te has sentido durante años pero necesito pedirte perdón.

En ese momento mi mente era un caos y también mis sentimientos. Nunca crei que llegaría el día en el que fuera capaz de afrontarlo todo, de darle fin a mi agonía

Pero con su ayuda, con la ayuda de Dios podía enfrentarme a miles de dragones, podía plantarle cara a mis demonios interiores.

Oír las palabras de mi hermana me hicieron sentir un poco mejor por eso me acerqué y la abracé muy fuerte—siempre serás mi hermanita pequeña y yo siempre voy a estar para ti—limpié sus lágrimas y saque de mi bolsillo un trozo de papel con el número de teléfono de nuestro hermano mayor—llamamé las a veces que quieras, intentaré venir a verte—me levanté y me aferré a mi maleta—Te amo, Grecia y también te perdono.

—También te amo y lo siento—susurró.

Después de lo ocurrido no todo estaba perdido.

Buscando mi sonrisa [Sonrisas Parte I] [Cristiana]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora