Capítulo XIV - Momentos

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Con la tenue luz que provenía de la casa, la figura de una mujer sentada en un columpio se dibujaba en el jardín; sin siquiera hacer ruido, sólo era ella inmersa en sus pensamientos.

– Pareces un fantasma – dijo una voz acercándose; ella lo reconoció sin inmutarse. – ¿Puedo sentarme? – Ella no respondió – ¿Seguirás sin hablarme? Tengo la sensación que me evades – él ironizó.

– No sé qué te hace pensar eso – musitó ella cuando lo vio sentarse en el columpio de al lado.

– Tal vez el hecho que no has respondido mis mensajes desde...

– He estado ocupada – acotó interrumpiendo.

– Anna – él le llamó, – por favor habla conmigo ¿sí?

– No. Vete.

Él pudo reconocer agobio en su tono de voz, así que decidió desviar el tema, – bueno, quisiera saber cómo has estado. He sabido que has tenido mucho trabajo.

– Sí, así es. Demasiado... – respondió fría. El silencio reinó, apareciendo una nube de incomodidad.

– Joanna – volvió a llamar – mírame, – ella no hizo caso – Joss por favor, mírame. – Ella sintió las lágrimas agolparse en sus ojos, respiró hondo para tratar de contenerlas – Joss – volvió a él a llamarla.

– ¿Para qué? – Se puso de pie para encararlo – ¿qué es lo que quieres, Émile? – Preguntó fastidiada.

– Necesitamos hablar del monstruo en la habitación – respondió de manera conciliadora. Ella negó, dándose la vuelta para alejarse de él lo antes posible.

Él corrió para detenerla y enfrentarla. Émile era mucho más alto que ella, por lo que tomó el rostro de Anna para que ella lo viera a los ojos a pesar de la oscuridad.

– No tenemos nada de qué hablar – susurró Joanna.

– ¿Tan decidida estás a mandar nuestra amistad a la mierda? – él espetó.

– Ese es el problema – musitó Anna, – yo no te veo como amigo. – Ella se removió incómoda de su agarre: – no tengo problema con el rechazo, pero contigo resultó muy... humillante – ella hizo una pausa para contener su llanto, – creí que había algo entre nosotros, pero me equivoqué... ¿así que, qué más quieres? ¿Qué es lo que buscas?

– No quiero hacerte daño, Joss – susurró Émile – tampoco ha sido mi intención humillarte... – ella lo miró incrédula – yo... yo te quiero, pero no es el momento.

– Es más fácil que me digas que aún sientes algo por ella, a que me sueltes un alegato que no necesito – Anna se quitó las manos de Émile. Él soltó un suspiro y ella se alejó, hasta que la voz de él la hizo detenerse.

– Ni siquiera he vuelto a pensar en ella...

– ¿Y eso, qué? – Interrogó sin darse la vuelta.

Él dio unos pasos para acercase – aquella noche cuando nos embriagamos, dijisteque para estar juntos solicitarías ser movida de la Dirección al Departamentocon tal de no irte de París. Creí que aquello había sido por el alcohol y que no hablabas enserio, pero Bruni mencionó tu intención de declinar la comisión fuera de Francia.

– ¿Y qué? ¿Crees que fue por ti? – Reclamó con desdén.

– Hace dos días me enteré que finalmente la aceptaste, aunque aún no has elegido lugar. ¿Me vas a decir que sólo fue una coincidencia? ¿Me estoy tomando demasiadas atribuciones? – Joanna parpadeó nerviosa, desviando la mirada con agobio, sin intención de responder. – Tienes un futuro prometedor, aún si te quedas como funcionaria de escritorio en el Departamento, pero esa comisión es una gran oportunidad para sacar todo tu potencial. Sabes bien que esta opción no se la dan a cualquiera.

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