Capítulo V - Desdicha

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Nadie había vuelto a hablar, no hasta que entraron al poblado de Arpajon y el auto, después de transitar algunas calles y pasar una antigua iglesia, se estacionó frente a un edificio.

– Hemos llegado – anunció el chofer. Era evidente que Edward había escuchado toda la discusión, sin embargo, nada saldría de su boca... apreciaba su trabajo y le gustaba ser discreto. Hermione bajó del auto y sin decir palabra entró en aquel edificio sin esperar a nadie.

– Hemos tardado en llegar – le siseó Draco a Edward cuando este bajó del auto.

El joven entendía su reclamo, pero no se amedrentó – hicimos el tiempo justo, señor Malfoy. – Sin decir más, el rubio ingresó en el edificio. Edward se estiró perezoso: conducir cuarenta minutos y sentir la tensión de sus acompañantes lo habían agotado, sin embargo sonrió para sí mismo cuando recordó lo ocurrido.

Hermione estaba en un pequeño recibidor hablando con una mujer cuando Draco la alcanzó.

– Regllene el forgmulario – dijo la joven recepcionista mientras entregaba la hoja – vueglvo en un seggundo.

Hermione se limitó llenar la hoja, en tanto que Draco Malfoy esperaba detrás de ella a distancia prudente.

– Señorita Granger – la chica de la recepción volvió junto a otra de mayor edad – mi nombre es Antonella Mottet, directora de este centro de acogida.

Hermione extendió la mano para saludarla con una sonrisa – mucho gusto. – Draco carraspeó un poco, por lo que la castaña presentó al rubio – él es Draco Malfoy, es...

– El tío de Amber y Avner. – interrumpió Antonella con una sonrisa. – No quisiera ser grosera, pero necesito hablar con usted a solas, señorita Granger.

– Por supuesto.

– Acompáñeme – Antonella giró sus talones para encaminarse a un pasillo y perderse de vista.

Malfoy se dejó caer en uno de los sillones de la estancia y sin más que hacer se puso a observar aquel lugar con ojo crítico: paredes beige, muebles cafés, el sitio era bastante luminoso y limpio. Suspiró resignado – al menos no es un lugar lúgubre – pensó mientras veía el verde de la plantas a su alrededor.

Hermione y la directora llegaron a una oficina; Antonella abrió, le cedió el paso a la castaña y la invitó a tomar asiento – antes que nada, permítame decirle que es un placer muy grande conocerla. Cuando estuve en el Ministerio británico escuché muchas cosas positivas de su persona...

– ¿Trabajó para el Ministerio británico?

– Sí, cinco años en el Departamento de Cooperación Internacional representando al Ministerio francés – explicó la mujer – he laborado en la burocracia de mi país desde hace veinticinco años... créame que cuando me ofrecieron este puesto lo acepté gustosa, ya que tomaría distancia del barullo de París o de cualquier otra gran ciudad... por lo que no esperaba que me cayera un caso como el de los Malfoy-Storno – Antonella veía con sumo detalle a Hermione.

– Sí, puedo imaginarlo.

– Dígame, señorita Granger ¿usted qué piensa de todo esto? Más allá de lo lamentable que es tener a dos pequeños huérfanos.

– A penas hoy estoy empezando a ponerme al corriente, no tengo mucha información sobre el caso... así que no sé exactamente qué opinión tener.

– Entiendo, pero entonces puedo imaginar que está del lado de los Malfoy.

– Estoy de lado de los niños y de lo que sea mejor para ellos – Hermione deseaba saber a dónde quería llegar la mujer con todo esto.

– Pero ha llegado aquí con Draco Malfoy – Antonella sonrió al ver como Hermione fruncía el ceño – no me mal entienda, señorita... mi papel es mantenerme neutral, el de usted es el de representar los intereses de una familia de ciudadanos británicos.

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