Resguardados bajo la sombra de la noche, el auror Paul Ducret condujo en relativo silencio a Hermione hasta otro punto desconocido de París, apareciéndose en un solitario parque para encaminarla desde ahí a la que sería la casa de seguridad. Hermione supo que habían llegado cuando al acercarse a un enrejado sintió que un aura mágica los cubría de inmediato.
La pilastra derecha de la reja resguardaba en un nicho la figura de un hada sentada en flor de loto, con un libro en sus piernas y una pluma en su mano derecha, como si se preparara para escribir. El auror se acercó a ella y colocó su varita encima del libro.
– Señorita, su varita por favor – le pidió a Hermione, quien imitó el acto. El hada reaccionó empezando a mover la mano con la pluma rápidamente.
– Paul Ducret... Hermione Granger... – leyó la castaña lo que había escrito la pequeña escultura. El auror retiró su varita y ella hizo lo mismo; después de unos instantes, el hada les hizo una reverencia y sonrió al tiempo que la reja sonaba al abrirse.
Tras pasar la reja, el jardín se iluminó con suaves tonos amarillos mostrando el corto sendero de ladrillos que guiaba a la entrada de la casa. Caminaron por la vereda hasta la puerta, cuando el auror se detuvo sin intención de acercase – es aquí, señorita Granger. Dentro la esperan.
– Exactamente, ¿quién me espera? – Preguntó Hermione, tratando de no azorarse, pero la respuesta se interrumpió cuando la puerta se abrió dejando ver a una joven pelinegra.
– Señorita Granger, ella es Joanna Renard-Beaujeu... – señaló Paul Ducret.
– Adelante, señorita Granger – la pelinegra le dio paso a la castaña.
– Gracias – le dijo Hermione a Paul como despedida antes de ingresar, recibiendo de él un asentimiento. La casa era luminosa, sobria y se percibía espaciosa.
– El señor Potter no debe tardar en llegar – señaló Joanna ante la mirada interrogante de Hermione.
– Eso espero – pensó la castaña en tanto le sonreía a la pelinegra.
– Puedo enseñarle la casa mientras llega la hora de la cena – propuso Joanna mientras cruzaban el recibidor.
Hermione no dejaba se sentir cierta incomodidad interior; – claro, aunque preferiría esperar a Harry...
Joanna iba a decir algo, sin embargo una voz burlona resonó: – ¡Señorita Granger! ¡Siempre tan alerta! – Hermione reconoció la voz de inmediato y no se equivocó al ver surgir de un pasillo cercano a la figura altiva de Lucius Malfoy.
– No puede culparme por ello ¿o sí? – Ella se mostró tranquila e indiferente.
– No, claro que no... – Hermione se mantenía impávida pero en alerta.
– Siembras lo que cosechas, Lucius... – la leona estaba tan enfocada en Malfoy que no notó la llegada de Louis Regnault junto con Antonella Mottet.
– ¿Qué es todo esto? – Preguntó Hermione sin amedrentarse.
– Significa que es la hora para que ambos salgan de aquí... señor Malfoy, usted debe ser el primero. – Las palabras de Joanna sorprendieron a Hermione; Lucius vio a la chica con altivez mientras que Regnault sonrió complacido.
– ¡Claro! Lo que la señorita Renard diga – Hermione notó la manera despectiva de Malfoy. – ¿Dónde me devolverán mi varita? – Interrogó.
– Se la devolveré cuando lleguemos a su destino – señaló Antonella Mottet mientras le indicaba con la mano el camino a la salida.
Lucius asintió, retomando con pasos elegantes su andar hacia la puerta, pero antes de irse se giró para volver a ver a Hermione – ¡Nos vemos luego, señorita Granger! – siseó antes de salir.
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Embrújame
RomantizmElla y su sentido de la Justicia. Él y su sentido del Deber. Ambos viviendo con sus propios tormentos... Sólo el amor, en sus distintas facetas, podrá darles la luz que sus vidas necesitan. Esta historia toma a varios personajes y lugares que la mar...